Luego de lo muy mal que cayeron las declaraciones de la ministra de Minas sobre que preferían importar gas de Venezuela que producirlo en Colombia, ella mencionó una transición energética “sin abandonar la autosuficiencia del país” pero sin detallar en qué consiste ni retirar absurdos como que “queremos un Ecopetrol que no sea extractivista”, es decir, que deje de ser una empresa petrolera.
Y Gustavo Petro, en vez anunciar que habría nuevos contratos para gas y petróleo, salió con el delirio de que algún día Colombia se conectará a una red eléctrica que atravesaría a toda América, “desde Alaska hasta la Patagonia”.
Toca entonces insistir en que, si Colombia cambia por importaciones el gas nacional, no se reducen en nada las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que causan el calentamiento global ni se le aporta a la transición energética en la que el país debe avanzar. Y sí se agrava el subdesarrollo nacional, subdesarrollo que sustenta la deforestación, nuestro mayor problema ambiental por sus daños al ciclo del agua y porque desforestar expele más carbono que cada uno de los otros emisores nacionales.
Debe saberse además que Colombia consume el 0,27 por ciento del petróleo del mundo y produce el 0,8 por ciento de los GEI globales, entre otras razones porque el 70 por ciento de su electricidad es hidráulica y porque es un país tan tecnológicamente atrasado que casi que ni CO2 produce. Si se lograra el imposible de acabar con el consumo de combustibles fósiles –incluidos los que se importaran–, tendríamos una debacle económica y social de proporciones bíblicas, pero seguiríamos produciendo más de la mitad de los GEI de hoy, porque la deforestación y otras actividades rurales aportan el 60 por ciento del total. Y se seguiría calentando nuestra atmósfera pues el fenómeno es global.
Que además no nos metan más cuentos: cada gringo produce ocho veces más GEI que cada colombiano y si Estados Unidos, Europa, China y otros países con fuertes desarrollos industriales y grandes emisiones no reducen sus gases y resuelven este problema del globo terráqueo, ningún país lo resolverá.
Tampoco es soplar y hacer botellas reemplazar el petróleo y el carbón en la economía colombiana. Porque aportan el 40 por ciento de las exportaciones y, si desaparecieran, el dólar se pondría por las nubes, el gobierno central se quebraría sin los $23,7 billones que le aporta Ecopetrol y parecido les sucedería a los departamentos, que perderían $16 billones de regalías (2021 y 2022).
No es verdad que sean reemplazables los dólares del petróleo y el carbón por el gasto de más turistas extranjeros que vengan a Colombia, como dijo el candidato Petro. Porque es imposible aumentarlos en siete millones y porque, si sucediera, esos dineros privados no los podrían utilizar el gobierno nacional y los departamentos como si fueran los públicos de las regalías.
Es notorio de otra parte que Petro no entiende cómo enfrentar la deformación extractivista, que ocurre cuando un país, como Colombia, depende en exceso de las exportaciones de materias primas agrícolas y mineras. Porque lo que debe lograrse es mantener dichas exportaciones y, al mismo tiempo, importar menos y producir y exportar más bienes procesados, objetivo que requiere de renegociar los TLC, renegociación que no propuso en su campaña, en la que solo mencionó revisarlos.
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