Sobre el texto de la reforma tributaria que las comisiones empezaron a aprobar a pupitrazo el jueves, sea lo primero mi rechazo enfático a que se votó sin que los congresistas ni los colombianos supiéramos cuánto nos costará en impuestos cada una de las partes de la ley, en especial lo que se les encarecerán las bebidas azucaradas y las comidas procesadas los sectores populares, la suma en la que no se reducirá el impuesto de renta de las pymes aunque es un mandato constitucional y lo de más que les sacarán a las clases medias y a los pensionados con la falacia de que son parte de los “más ricos” de Colombia.
Porque es obvio que al no saberse cuánto pagará cada sector social, los congresistas partidarios del gobierno votaron como irresponsables, sin conocer lo que aprobaban, y a los colombianos –los paganinis– no nos trataron como ciudadanos sino como súbditos de la Casa de Nariño. Y dejo constancia de que esta información se la reclamé con anticipación al ministro de Hacienda, porque él sí la conocía.
De otra parte, el candidato Gustavo Petro les prometió a los pequeños y medianos empresarios que sus tasas de impuesto de renta serían inferiores a las de las mayores, según el tamaño de las ganancias, como llevan años solicitándolo con serios argumentos económicos y sociales, microeconómicos y macroeconómicos, las agremiaciones que representan a las pymes.
Pero a la hora de la verdad, el Presidente del “cambio” se opuso a esta modificación. Porque insiste en que las pymes sigan pagando tasa de renta del 35 por ciento, la misma de las empresas con ganancias centenares o miles de veces superiores. Con un agravante: las pequeñas y medianas tienen menos cómo recurrir a la alquimia tributaria para defenderse, con lo que, en realidad, pagan tasas más altas que las mayores y las supermayores.
La progresividad tributaria de las empresas hace parte de las concepciones democráticas en las economías de mercado, existió en Colombia con las sociedades anónimas y las compañías limitadas, hasta que llegó el neoliberalismo en los días de la creación del IVA, y está expresamente consagrada en el artículo 363 de la Constitución nacional. Y como se sabe, son progresivos los impuestos prediales, con tasas diferentes según los montos a gravar.
Un alto funcionario de este gobierno rechazó la progresividad a favor de las pymes con el cuento de que se promovería la evasión. Paja. En la era de los computadores la persecución de los tramposos dejó de ser un problema técnico para convertirse en negligencias corruptas y corrupciones descaradas. A propósito: en esta reforma el gobierno no propone la cárcel que se merecen los evasores de impuestos, también a diferencia de lo que sucede en otros países, un cambio que sí que hace falta.
La falacia del funcionario la refutan los países donde existe la progresividad en las tasas empresariales, entre ellos, Estados Unidos, Alemania, Francia, Canadá, Holanda, Australia, Brasil, Corea del Sur, China, Sudáfrica e Indonesia, luego no echen cuentos. Y existe porque esa política les sirve a los países para estimular la creación de más riqueza y más y mejores empleos.
En anteriores reformas tributarias estuvimos a pocos votos de ganar la progresividad tributaria a favor de las pymes. Mi invitación cordial a los congresistas de todos los orígenes a que esta vez sea la vencida.
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