Jorge Enrique Pava


Manizales está de luto. Porque mientras algunos políticos que han optado por causas seudoecológicas para obtener figuración, se solazan con la decisión judicial que ordenó la suspensión de las obras en Tierra Viva, miles de ciudadanos nos dolemos por la misma, pues las consecuencias para la ciudad no pueden ser más nefastas.
Porque la seguridad jurídica de Manizales queda igualmente suspendida y la confianza inversionista se pierde de una manera trágica.
Porque la inversión que han hecho cientos de ciudadanos que tenían la esperanza de adquirir vivienda propia en una zona digna, confortable, bien servida y agradable, queda hoy en serios riesgos de perderse.
Porque un proyecto que servía de piloto en la Nación por sus características ambientalmente amigables y de calidad de vida insuperable, queda pendiendo de un hilo cada vez más frágil, como frágiles son los argumentos jurídicos del fallo preliminar.
Sí: realmente es un desastre. Lo que se ha utilizado para atacar el proyecto y conseguir resultados parciales, obedece más a impulsos politiqueros mediáticos que a sustentos legales. Y los escándalos que se han armado para oponerse al desarrollo del proyecto han sido a punta de falacias, verdades a medias y objeciones superficiales.
¿Y dónde queda la verdad? ¿Dónde quedan, por ejemplo, los conceptos técnicos de las autoridades ambientales, Aguas de Manizales, Secretaría de Planeación y demás órganos constitucionalmente investidos para avalar el proyecto y dar los permisos de construcción? ¿Dónde quedan los dispendiosos trámites oficiales que hay que efectuar para lograr la aprobación de un Plan Parcial, de una licencia de construcción, de un acompañamiento ecológico, etc., y que fueron oportunamente surtidos por la constructora?
Tal vez si este proyecto se hubiera iniciado sin el cumplimiento de los requisitos y autorizaciones de ley, estaríamos en un escenario diferente. Pero un proyecto que reúne todas las especificaciones exigidas, que cuenta con decisiones administrativas que lo amparan para su construcción, comercialización y venta; y que cuenta con avales ecológicos nacionales e internacionales, no puede quedar suspendido de la noche a la mañana por el capricho de un sector que busca réditos politiqueros y que hace ostentación de alharaca, bulla y reacciones ridículas.
Y la justicia no puede prestarse para ello. Porque los jueces no pueden estar fallando de acuerdo con el sector que más presione, que más escándalos produzca, o que más violentamente se manifieste. La justicia debe ser íntegra, imparcial y apegada a la ley.
Me pregunto: ¿qué constructor quedará con ánimos de invertir en Manizales cuando ve que se trunca un millonario proyecto amparado por la ley, gracias a las presiones de un minúsculo sector politiquero de la ciudad? ¿Qué mecanismos hay que agotar entonces en Manizales para lograr la seguridad jurídica e inversionista, si aún cumpliendo todos los requisitos de ley, seguimos siendo vulnerables, débiles y perseguibles por intereses oscuros?
La construcción en general, y el proyecto Tierra Viva en particular, merecen que la sociedad los rodee, los proteja y los respalde. La vivienda de interés social presenta un déficit en Colombia de incalculables proporciones y el Estado no tiene con qué suplir las necesidades básicas de vivienda, y menos la de ofrecerla digna y a precios bajos. Por ello se requiere de inversionistas privados que expongan su patrimonio y conjuguen las funciones del Estado con sus intereses particulares. Y Tierra Viva, un proyecto que entraría a otorgarle soluciones de vivienda urbana digna a miles de familias manizaleñas, quedó limitado a la voluntad politiquera de los seudoecologistas y a absurdas decisiones judiciales. ¡No hay derecho!
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Mi posición con Felipe Calderón ha sido siempre antagónica. Hemos tenido más enfrentamientos conceptuales que acercamientos de cualquier naturaleza. Pero eso no puede ser óbice para reconocer las bondades de un proyecto de la naturaleza de Tierra Viva, ni para denunciar los perjuicios que le están causando a la ciudad quienes utilizan armas innobles para derrotarlo. Hoy Manizales se tiene que unir para defenderse de las garras de un sector que está explotando la sensibilidad popular a través de falacias, y que está consiguiendo réditos políticos a costa de nuestro desarrollo. ¿Acaso esto no es corrupción?
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