El caos por el que atraviesa Manizales es el reflejo claro de una administración ausente en las acciones, mediocre en el gobierno, mezquina en el gasto necesario e inmediato, corrupta en su esencia, y alejada de la realidad y las urgencias de ciudad.
Vías deterioradas, señalizaciones decoloradas, espacio público invadido, inseguridad latente, bienes públicos arruinados, proyectos truncados, y un tufillo de corrupción que invade todas las esferas del gobierno, desde el Concejo de Manizales hasta la más nimia institución descentralizada. Estamos sumidos, además, en una inactividad total que se refleja en el aspecto físico de una Manizales que hasta ayer la mostrábamos con orgullo, y hoy da vergüenza exponerla porque parece una ciudad bombardeada o un campo postguerra.
¡Y todos tan campantes y silenciosos! Atravesar la Avenida Paralela es una osadía de la cual salimos accidentados, con el vehículo arruinado o con los órganos descompuestos por el estado de esa trocha; las fuentes en los parques ya son pozos sépticos; las zonas aledañas a la Universidad de Manizales (incluidas las vías nuevas de la Avenida Colón) son focos de delincuencia, talleres en vías públicas, andenes y calles con “propietarios” de hecho, y huecos profundos que día a día aumentan su tamaño; la carrera 23 es un antro de prostitución, de atracos a plena luz del día, de ventas ambulantes sin control, de expendio de estupefacientes, y de la peor contaminación ambiental fomentada con su indolencia por el propio alcalde verde; los trancones se volvieron pan de cada día, y no propiamente por el exceso de vehículos, sino por la falta de autoridad y de quién establezca el orden; homicidios, asaltos a taxistas, a ciudadanos en los buses y en vías públicas, riñas callejeras… Y una cantidad de etcéteras son ya las características de una ciudad hidalga que cayó en manos de un histrionista a quien le quedó grande su papel.
Y mientras tanto, el youtuber subiendo a las redes sociales videos ridículos llenos de embustes, donde tergiversa la realidad y la presenta diametralmente opuesta a lo que vivimos. Y en su tiempo libre (que debe ser todo, según los hechos) se dedica a viajar por el mundo a mostrar falsedades, a hacer política con su primo representante, a festejar con opulencia de nuevo rico en escenarios públicos y privados, y a pregonar el inicio de obras que él sabe imposibles, pero que mantiene como justificación de gastos multimillonarios que van a parar a bolsillos de una mafia perversa que instauró desde el primer día en su administración.
Y como no demoran en salir sus seguidores (indefectiblemente miembros de su nómina o pagados en sus bodegas) a tacharme de incendiario, fatalista, extremista y otra gran cantidad de epítetos y adjetivos de grueso calibre, les quiero preguntar: ¿tienen algo positivo para mostrar de esta administración? ¿Cuántos ítem creen que agotaríamos si hiciéramos un inventario de las obras realizadas por Carlos Mario en 30 meses de gobierno? ¿Qué obra significativa, iniciativa empresarial o desarrollo de infraestructura le podrían atribuir a su alcalde verde? ¿Qué proyecto que haya iniciado no se encuentra paralizado por falta de planeación o afectado por sobrecostos, ilegalidades, improvisación o corrupción? ¿Puede alguien con argumentos válidos, y sin acudir al insulto, defender alguna obra de gobierno de la administración Marín?
Es triste tener que reconocer el deterioro de nuestra hermosa ciudad. Es muy triste tener que asumir la vergüenza de una Manizales arruinada en lo físico y derruida en lo moral. Es demasiado triste tener que agachar la cabeza y reconocer ante el mundo la equivocación de soltarle las riendas a un incapaz, que solo sabe explotar la lástima para sus réditos políticos, hacer escándalos mediáticos para pescar incautos, y dilapidar presupuestos para favorecer a su séquito más cercano. Pero es aún más triste (y en grado superlativo), que los manizaleños nos encontremos anestesiados; que gran parte de la prensa local se encuentre arrodillada y silenciosamente cómplice; que los gremios se vuelvan conniventes al calor de sus contratos; y que la ciudadanía se manifieste privadamente en contra del alcalde, pero permanezca silenciosa en público convirtiéndose en connivente de una debacle cuya reconstrucción tardará varios lustros. ¡Qué tristeza!
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