Que un alcalde bloquee en sus redes sociales a ciudadanos críticos o a miembros de la oposición, lo único que demuestra es su impotencia para defenderse ante la verdad que estos revelan, y la imposibilidad de argumentar en su defensa. Y si bien la exposición que se ha implementado a través de medios de comunicación masivos, de acceso gratuito y de libre consulta y participación, en muchos casos significa una lesión íntima del afectado por comentarios o ataques personales, los hombres públicos saben que están expuestos a la crítica o la adulación, al ataque o la defensa, y a la denuncia pública o al reconocimiento de sus virtudes.
Por eso es simplemente irónico ver a Carlos Mario Marín, quien realizó su campaña a través de la explotación de redes sociales, y ha basado su gobierno en publicaciones de noticias falsas, oportunistas, verdades acomodadas, ataques velados a sus enemigos, y proliferación de anuncios pueriles que indefectiblemente terminan en grandes mentiras, esconderse hoy tras un bloqueo sistemático a quienes lo criticamos.
Y es irónico, porque nadie mejor que él, y su primo representante, para utilizar las llamadas “bodegas”, que no son más que personas y equipos pagados por el interesado (o, en muchos casos, por las mismas víctimas) para destruir mediáticamente a sus enemigos, o llenar las redes de aduladores que se camuflan en perfiles creados para exaltar, mediante libretos bien craneados, las obras que no hace el gobernante pero que se convierten en verdades a través de la repetición mentirosa y abusiva en el universo cibernético. ¿Estaré mintiendo? ¿No fue ese acaso uno de los cínicos anuncios en la sede de campaña del hoy representante y compinche del alcalde, Santiago Osorio? ¿No utilizaron acaso la “Bodeguita Verde” para hacer alharaca de sus indelicadezas proselitistas? ¿No fue esa “Bodeguita Verde” uno de los medios para atacarnos vilmente a los contradictores del alcalde y del primo candidato?
¡No alcalde! Su anuncio en un video donde quiere posar de víctima porque “antes de ser alcalde, soy una persona a quien los ataques, pues no le generan cosas positivas…”, no cala en la ciudadanía. Y no cala porque, como lo cité anteriormente, su cinismo ha sido exagerado y sus acciones mediáticas se han desbordado. No puede ser admisible que esa “persona” que trata de manipular la verdad para anunciarla en las redes acomodándola a sus intereses, y que paralelo al bloqueo de sus contradictores, atiborra de aduladores “propios” esas mismas redes para aparentar tener el beneplácito de la ciudadanía, trate de justificar el bloqueo, que fue duramente censurado, con angustias que solo son producto de la implacable ley de la compensación que hoy toca a su puerta para exigirle mesura, cordura y sensatez, y le propina un conato de castigo.
En el mismo discurso de Carlos Mario, quien se duele de los ataques y justifica sacarles el cuerpo a las cosas destructivas, dice que “…lo que no tiene sentido racional hace mucho daño a la democracia”, para terminar pidiendo que nos demos un segundo tiempo… Yo le pregunto entonces a este nuevo Carlos Mario: ¿le parece que tiene sentido racional lo que Usted ha hecho alimentando el nepotismo, cohonestando el constreñimiento, tapando la corrupción de algunos de sus funcionarios, creando empresas espurias, dilapidando el presupuesto, descuidando las obras básicas de la ciudad, anunciando proyectos imposibles, endeudando al municipio para obras imperfectas, fomentando nóminas paralelas, mintiendo, mintiendo y mintiendo? Repito: ¿es racional? Y le pregunto además: ¿un segundo tiempo para quién? ¿O para qué? ¿Para que el alcalde se siga enriqueciendo y beneficiando a los suyos de una manera tan descarada? ¿O para tener un respiro ante esta andanada de ciudadanos que ya reaccionan al ver los resultados de su nefasto gobierno? ¿Le parece justo pedir una tregua, cuando usted se ha refugiado en la mentira y la lástima?
Todo tiene su final, alcalde. Su período está empezando el ocaso, y aunque nos esperan unos meses tortuosos ante sus deficiencias personales y administrativas, también nos queda el consuelo de que es menos lo que nos falta, que lo que ya hemos soportado.
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