Jorge Enrique Pava


En medio de la campaña del plebiscito por la paz, anunciamos una gran cantidad de injusticias que se estaban cometiendo y unos acuerdos soterrados que el Gobierno pactaba a espaldas de los colombianos. Entre ellos, el pago de un dinero a los terroristas desmovilizados (que en ese entonces era de $1.800.000 y hoy asciende a $2.000.000); la elegibilidad política de los cabecillas criminales sin pasar por el sistema judicial; la renuencia a entregar la enorme riqueza criminal; la negativa a devolver los menores; el no reconocimiento de los delitos atroces; la no reparación de las víctimas; la no renuncia total al narcotráfico; etc., etc. ¡Y mientras el presidente Santos mentía y negaba esos acuerdos, nos tildaban de paramilitares, guerreristas, desinformadores, mentirosos y enemigos de la paz!
Hoy el tiempo nos da la razón. Todo lo que se denunció se ha ido materializando a través del fast track promovido por el propio Gobierno quien, sin reatos ni vergüenzas, se convirtió en el agente oficial de las Farc y en el mayor aliado de sus injusticias. Para la muestra un botón: negaban con insistencia que Timochenko sería candidato presidencial y rechazaban las vallas que así lo anunciaban en diferentes zonas del país. Era una campaña sucia y desinformativa, decían. ¡Y nosotros éramos los mentirosos!
Pues bien: para asombro de los colombianos que votamos No y que somos víctimas del mayor fraude y la mayor violación de derechos constitucionales, hoy Timochenko se proclama como el candidato presidencial de las Farc, sin someterse siquiera a esa justicia acomodada que diseñaron para garantizarles la impunidad total a los terroristas. Y hoy es entonces el prócer por quien hay que votar, so pena de ser tildados nuevamente como “enemigos de la paz”.
Y ante esa candidatura de Timochenko tantas veces predicha y otras tantas negadas por Santos, yo me pregunto: ¿de dónde van a salir sus votos? ¿De los políticos que apoyaron la farsa de La Habana? ¡No! Ellos no van a ceder su espacio para que entren a ocuparlo las Farc, así se hayan aliado para llenar sus bolsillos de mermelada. ¿De los izquierdistas agrupados en partidos verdes y amarillos? ¡Tampoco! Ellos están en su zona de confort y no cederán sus conquistas en favor de otros que saben más falsos y sobreactuados. ¿De los industriales y comerciantes, o de sus trabajadores? ¡Menos! Tanto los unos como los otros han sido sus víctimas durante años y solo les han traído desgracias, pobreza y dificultades. ¿De los colombianos de bien? ¡Nunca! Porque hemos estado siempre en su mira para ejercer sus prácticas extorsivas, terroristas y desalmadas.
¿De dónde saldrán sus votos entonces? Los desmovilizados oficiales ascienden a 7.500 terroristas, y dentro de ellos hay una división manifiesta que hace que esa cifra sea inferior. Y ni contar con sus familias porque, en general, han sufrido una permanente zozobra, desplazamiento y constreñimiento, por lo que viven sumidas en la desesperanza y el odio hacia ese grupo criminal.
Solo queda entonces una fuente importante de votos para Timochenko y sus secuaces: los disidentes. ¡Y ese sí es un peligro real! Porque las disidencias, que en la práctica son el brazo armado que conservan las Farc para seguir delinquiendo sin temor a ser controladas o castigadas, andan por vastos territorios del país abusando de la impunidad y haciendo alarde del poder que les dieron el Gobierno, el Congreso y las Cortes. Y, como no tienen escrúpulos, y pueden actuar sin control ni temor a represión, terminarán sembrando el terror en sus territorios y llevando a las urnas, con un fusil apuntando a su espalda, a miles de colombianos atemorizados. Además, como cuentan con millonarios recursos producto del narcotráfico, el secuestro, la extorsión y la delincuencia, terminarán penetrando otros sectores de la sociedad donde esos recursos competirán con los de los políticos corruptos.
Repito la pregunta: ¿De dónde saldrán los votos de Timochenko si solo cuenta con el odio y el repudio de millones de colombianos? Lastimosamente hay que decir que saldrán del pánico, la desvergüenza, el dinero manchado con sangre de inocentes y la indolencia de una Colombia que permitió que sus decisiones plebiscitarias fueran violadas por un presidente descarado que nos entregará un país destrozado.
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