Jhoana Patiño


Suponíamos que la firma del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las Farc en el año 2016 marcaba el final de más de cinco décadas de guerra, y la creación de nuevas y mejores condiciones de convivencia democrática. Pero los hechos muestran que se está ejecutando un nuevo genocidio político que amenaza la paz y la democracia de todo un pueblo.
Entre 1985 y 1993 organizaciones paramilitares, en asocio con integrantes del gobierno, exterminaron a todo un partido político, la Unión Patriótica, creado después de la firma de un proceso de paz. Tal como hoy ocurre. Aproximadamente 5.000 integrantes de este partido fueron sistemáticamente asesinados, torturados y desaparecidos, para callar ideas y prácticas políticas que constituían una crítica al sistema partidista tradicional y a la corrupción del gobierno, mostrando alternativas democráticas para aquellos sectores y clases usualmente excluidas de los procesos económicos, políticos y culturales conducentes al bienestar y desarrollo.
En el año 2012, el delito de genocidio político fue tipificado en Colombia, sin embargo, solo hasta el 2016 el Gobierno reconoció públicamente la responsabilidad del Estado Colombiano en el genocidio de la Unión Patriótica, al aceptar que no desarrolló acciones oportunas para evitar el exterminio.
Ahora bien, mucho se repite que “el que no conoce la historia está condenado a repetirla”. Pero esta historia sí se conoce, el genocidio de la Unión Patriótica ha sido motivo de cientos de artículos periodísticos, de importantes libros y documentales, también de homenajes y en algunos casos de actos de perdón. Es decir, no podemos excusarnos en que “no sabíamos nada”. Sabemos, sobre todo, las generaciones nacidas entre 1960 y 1990 lo que pasó y por qué sucedió.
Tal, como hoy, todos y todas sabemos que un nuevo genocidio político está en marcha. E igual que hace unas décadas atrás volteamos la mirada y cambiamos de tema, para evitar la responsabilidad moral, ética y política que en ello nos asiste como ciudadanos. Echarle la culpa al gobierno es la mejor forma de lavarnos las manos tanto en lo individual como en lo colectivo.
Según el Instituto de Estudios sobre Paz y Desarrollo, en su Informe “Todos los nombres, todos los rostros”, que trata sobre la situación de amenazas y asesinato de lideresas y líderes sociales, de defensoras y defensores de derechos humanos y de excombatientes de las Farc-ep y sus familiares, entre el 1 de enero del 2016 y el 20 de mayo del 2019, en Colombia se han registrado 837 asesinatos de lideresas sociales y de excombatientes de las Farc.
Este informe señala que el 30,97% de los asesinatos fueron cometidos en contra de integrantes de las organizaciones nacionales que conforman la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular. Del total de los crímenes, el 38,93% fueron cometidos en contra de integrantes de la Confederación Comunal de Colombia. Y el 12,38%, es decir, 100, se cometieron en contra de lideresas.
Recientemente los casos de María del Pilar Hurtado, en Tierralta (Córdoba), por denunciar la existencia de prácticas y sitios para la desaparición forzada en Puerto Tejada; y el de Yamile Guerra, asesinada en Floridablanca (Santander), por un problema de tierras, conmovieron al país y un par de días sacudieron las redes sociales. Pero luego de unos días, todo se calma y la impunidad gana, especialmente cuando de mujeres se trata.
Hoy, una de las mujeres lideresas más importantes del país está amenazada de muerte. Nuestra Mujer Cafam 2019, Ludirlena Pérez, oriunda de La Dorada (Caldas), y defensora de los derechos humanos de las mujeres víctimas de violencia sexual en el conflicto armado, está siendo amenazada de muerte para acallar su voz de denuncia. La pregunta clave antes este aterrador panorama es ¿vamos a esperar que la maten, que los maten, para hacer algo? ¿qué clase de pueblo podemos ser si dejamos que nuestros líderes sean impunemente masacrados? ¿qué estamos haciendo en las universidades, colegios, en las ONG, en los barrios? ¿qué hacemos en nuestras casas, en nuestras familias ante estos hechos? La democracia y la paz de todo un pueblo están bajo ataque, ¡no seamos indiferentes!
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