Jhoana Patiño


Esta vez le tocó a Saida Johana Giraldo. Oriunda de Bogotá y artista plástica que habitaba desde hace 8 años entre las calles del sector de la U. Caldas y la Torre del Cable. Es recordada por quienes la conocimos de cerca, o de lejos, como una mujer sonriente y de ojos brillantes. Una mujer que gustaba de conversar con las personas y de compartir su arte en los semáforos. Era madre de dos hijas y había tenido muchos dolores y pérdidas que agobiaban su ser. Sin embargo, ella vivía en el arte, en su espacio y tiempo sin ofender a nadie.
El pasado miércoles 19 de junio, en horas de la madrugada un “alguien” le propinó múltiples puñaladas, abandonando su cuerpo, como si fuera basura, a un lado de la pista de ciclismo de la Universidad de Caldas.
Con este son 19 casos atroces entre el 2012 y el 2019. En lo que va corrido del 2019 han sido dos. Aunque a la fecha, del primer caso de Lina Rosario Botero de 49 años de edad, madre y mujer independiente, aún no se sabe mucho. Las hipótesis iniciales sostenían que había sido suicido, días después la Fiscalía afirmó que murió por asfixia mecánica. Su familia sospecha que Lina fue víctima de dos hombres que la acechaban, pero las autoridades no dan información clara del caso. Además, es importante resaltar que los casos de las mujeres trans no fueron reconocidos como feminicidios.
Estos datos contradicen el discurso que el gobierno local está posicionando, al nombrar a Manizales como la ciudad más “segura del país”. Como ciudadana me he preguntado ¿segura, para quiénes? Respondiéndome, a partir de diálogos con otras mujeres que también se sienten inseguras, ¡para nosotras no!, porque muchas hemos sido acosadas o abusadas sexualmente por nuestros profesores, amigos, padres, familiares y vecinos en espacios públicos como parques, centros comerciales, calles, universidades, buses, taxis y colectivos. Y otras hemos perdido a las amigas, hermanas o madres a quienes les arrebataron su vida, aquellos hombres que amparados en el discurso de los celos, el amor y el honor, las violaron, apuñalaron, torturaron o incineraron.
El día jueves 21 de junio, un día después del feminicidio de Saida, varios grupos feministas convocamos una marcha y plantón, para denunciar el crimen y exigir a las autoridades una respuesta eficiente. Participamos más de 300 personas. El 80% mujeres hermanadas por el deseo de vivir nuestra vida libre de violencias. Una de las consignas que más se leía en nuestros carteles fue: perdón por las molestias pero nos están matando.
En medio de la marcha hablé con varias mujeres que me expresaron: “¡marica, nos están matando!”; ¿por qué nos matan?; “es difícil ser mujer en una ciudad donde todo el mundo se hace el pendejo y se traga el cuento de que nada pasa”.
Sin embargo, el miedo nos hizo salir a decir: ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven, ¡abajo el patriarcado que va a caer, que va a caer! Al finalizar la marcha y el plantón en el sector del Cable, nos unimos alrededor de la imagen de Saida. Allí, impactadas, pero firmes, leímos poesía, algunas reflexionaron con escritos feministas y también conversamos entre conocidas y extrañas. Sobraron abrazos, miradas de afecto y de cuidado.
Se me pone la piel de gallina al recordar que, mientras marchábamos por el feminicidio de Saida, muchos pasaban en sus carros, motos o a pie, sin mirarnos. Sin embargo, como poetisa, activista e investigadora feminista, me emocionó la berraquera de las y los que salimos a defender la vida de las mujeres. Esa noche encaramos el miedo y la doble “moral” de esta ciudad machista, y les exigimos con firmeza: de noche o de día, desnudas o vestidas, en la cama o en la calle, respeten nuestras vidas.
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