Cuando pensaba referirme a la equidistancia entre extremos, en el caso de la reforma tributaria y las marchas violentas, que en ocasiones la busco y a veces la logro, recordé una pequeña historia. En el mundo de los animales, un día la ovejita viendo la extensión de tierra no utilizada decidió hacer algo y entonces mientras los otros reían aró, sembró trigo y, mientras los otros descansaban cuidó, limpió y, finalmente cosechó. Cuando el trigo estuvo bien guardado se reunieron todos los animales y, después de considerar que no era justo que uno solo dispusiera de todo el trigo, por mayoría decidieron su repartición por partes iguales y así se hizo. Pasado un tiempo los animales se preguntaban por qué la oveja no había vuelto a sembrar. Entendí que no siempre se puede ser equidistante, que a veces hay que tomar partido.
Cuando el coronavirus llegó, el presidente Duque, como le correspondía, se puso al frente y acudió a todas las reservas, tomó de aquí, de allá y de acullá para ayudar a los más desprotegidos y, para enfrentar la pandemia se rodeó de un buen equipo encabezado por el excelente Ministro de Salud (Dr. Fernando Ruiz), no estuvo pues solo, sino que tuvo apoyos puntuales. Dispuso de los dineros públicos con el objeto de enfrentar el mal y de ayudar a unos y otros, cuidó de los necesitados y protegió la industria y el comercio. 13 meses después (vaya número), cuándo las arcas se vaciaron y el país se pone a punto de perder el grado de inversión decide proponer una reforma tributaria, en distintos órdenes según sus ingresos tributen, que todos los que puedan, según su capacidad, pongan y, aun, con el problema a bordo, empieza el coro de lamentos. Que ponga yo, pero si yo también perdí, ya gasté y ayudé y tengo obligaciones más cercanas, en resumen, todos en coro, que busque en otra parte. No valió la explicación que se trataba de un proyecto discutible, modificable y objeto de cambios, pues debía hacer tránsito por el Congreso. Los opositores al Gobierno y a la reforma se lanzaron a la calle, bueno, unos van y otros aúpan y, para hacerse sentir dañan, impiden a otros trabajar e incluso circular, queman y roban. Aparecen así mismo los que se quieren aprovechar para sacar réditos políticos que incluso invocan marchas permanentes.
De nada sirvió la aclaración de que el proyecto podía recibir modificaciones, se fueron a la calle, dicen que en ejercicio del derecho a la protesta. En un caso así no podemos situarnos en el centro, ni fu ni fa, o peor sacar ventaja de la anomalía. Las marchas pacíficas son un derecho del ciudadano, pero la violencia en que derivan no, porque también existe el derecho a la tranquilidad, vida y bienes de los demás, agravado con la pandemia pues, las aglomeraciones aumentarán el número de infectados. Debemos rechazar la violencia, no podemos olvidar el problema sanitario, ser insolidarios con las víctimas de la pandemia, y no digo solo de los muertos o afectados en su salud, sino los que por las medidas de aislamiento se han empobrecido. El presidente ha retirado el proyecto de reforma para lograr el consenso con el aporte de quienes se quejan, con ideas, no con piedras y, entonces se oyen voces o consignas de ir a por el presidente.
No estaré en el centro, no me es posible la equidistancia, debo tomar partido por la solidaridad, no con la violencia. Al presidente tal vez le faltó mano izquierda, no solo diplomacia sino manejo, frente al repudio generalizado en contra del texto de la reforma. Si en el Congreso en donde puede ser modificado e incluso rechazado, debió convocar distintas reuniones previas y atender modificaciones para consolidar un solo proyecto, por fuera del órgano legislativo hay otras voces, no solo con interés sino conocimiento del asunto económico y presupuestal. Habría dado una más clara imagen de conciliación, en cambio hacerlo después les da a los opositores el argumento de que impusieron el cambio y la idea de que pueden ir por más.
Debemos apoyar al presidente, lograr un consenso, no solo sobre lo fundamental, como decía Álvaro, que también, sino sobre la economía, que nos permita enfrentar el gran mal, que no se ha ido, por el contrario, ha estado nutriéndose de la masa informe que, dirigida por otros intereses y personas que no desfilan, se ponen a disposición de acrecentarlo. Cuando esto ocurra ellos mismos saldrán a gritar en contra del mal gobierno, de la vacunación o del incremento de la infección que ellos mismos acarrearon.
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