Cuando aún no tenía definido un tema para escribir, tomé el ejemplar de La Patria que, en primera página, resaltaba los cincuenta años de la Universidad de Manizales que inició labores en 1972 con cuatro facultades entre ellas la de Derecho. Pues bien, un año después sus alumnos debían recibir clase de Derecho Civil II Bienes, cátedra para la que me contrataron y dicté por 25 años, luego asumí la enseñanza de Derecho probatorio y Ética profesional. Tengo pues con la Universidad un nexo imborrable, más aún cuando en esa época inicial debían alcanzarse metas que llevaran a la aprobación oficial de la institución y, por lo que toca con la Facultad de Derecho en sus inicios no fue bien mirada por las asociaciones o colegios de abogados, o por la facultad de la Universidad de Caldas, lo que era razonable pues no teníamos ni aprobación y, supuestamente, no era lo mismo una cátedra dictada por un magistrado a la que podía entregar un improvisado maestro, aun cuando, desde luego, unos y otros eran profesionales del derecho. Con el tiempo, la institución creció y los profesores y estudiantes con ella. La Facultad de Derecho presenta ahora con orgullo egresados que dictan sentencia en las Altas Cortes.
El periódico traía además una nutrida información acerca de ese progreso y entrevistas, una de ellas a un alumno, odontólogo, que narró, como su profesor de bienes, Jaime Enrique Sanz, le dijo que siguiera con la odontología, que él no servía para lo que en ese momento estudiaba, pero el persistió se graduó de abogado, ejerció esa nueva profesión por escasos años y regresó a la odontología. Los alumnos de los primeros años tuvieron unas características especiales surgidas de la enseñanza nocturna, que les permitía estudiar a personas mayores, ya formadas, incluso profesionales con ocupaciones diurnas: sacerdotes (tres un mismo año), maestros, odontólogos, amas de casa, médicos, comerciantes y empleados (algunos del poder judicial). Todos ampliaron sus conocimientos, eso es indudable, otros usaron lo aprendido en la profesión que ya tenían, como los sacerdotes, pues ellos deciden nulidades matrimoniales, esto es, adelantan procesos, o los empleados judiciales que escalaron en su actividad, otros más no la ejercieron aun cuando se sirvieron de ella para progresar. Yo acostumbraba hablarles a mis alumnos acerca del estudio que asumían, pues no se trataba de ampliación de conocimientos como por ejemplo estudiar filosofía, sino de conocimientos específicos para ser juez o ejercer la profesión de abogados. Tuve alumnos que siguieron siendo maestros, o maestros que se hicieron abogados. Uno no estudia derecho para seguir vendiendo zapatos (ocurrió), pero no se trata de disminuir una actividad frente a otra sino de medir el sacrificio y el resultado. Estudiar de noche significa desatender muchas cosas, en las personas mayores el hogar, la familia, el descanso y, no se justifica si no se tiene seguridad, dedicación y entrega. Tampoco se trata de añadir un título más o ejercer dos años y luego desistir y volver a lo de siempre. De los primeros egresados, William Giraldo Giraldo ingresó a la rama judicial y alcanzó el grado de magistrado del Consejo de Estado. Otros más, Gerardo Botero Zuluaga y Carlos Arturo Guarín, que también fueron mis alumnos, magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Los cincuenta años de la otrora Universidad Cooperativa ahora Universidad de Manizales deben mirarse como una más de las hazañas de nuestra estirpe. Como todos los grandes logros, una idea, un corazón, unos más que creyeron, otros más que se agregaron, si bien me encuentro entre estos últimos, puesto que puse mi granito de arena, debo agregar que crecí con ella. La exigencia como norma me obligaba a crecer con mis alumnos, con esa enseña yo también me gradué.
Por estos días, se cumplen cincuenta años del sonado duelo en Reikiavik entre Robert James “Bobby” Fischer y Boris Spassky por la corona mundial de ajedrez (11 de julio de 1972), para más morbo el retador norteamericano y el campeón ruso, en plena guerra fría. Bobby había derrotado previamente a Taimanov y a Larsen por un doble 6 – 0 y al gran maestro Petrosian; el campeón tenía el apoyo de todo el equipo de la URSS. El encuentro, que algunos llamaron “el combate de los dioses”, fue trasmitido a todo el mundo, en Colombia por la radio con maestros comentaristas y seguirlo implicaba tener un tablero y compañía para discutir cada jugada. El campeonato lo manejó Fischer a su gusto; perdió la primera partida quejándose de pequeños asuntos para imponer sus caprichos, no se presentó a la segunda y ganó la tercera y luego la sexta, se coronó campeón cuando se puso por delante 12,5 – 8,5 sin agotar las 24 partidas y su triunfo inmortalizó a Fischer y universalizó el ajedrez.
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