Gonzalo Gallo


Sara y Marcos tenían dos niños y vivían con la mamá de ella que era una viuda de 67 años. Habitaban un segundo piso con suelo de madera.
Resulta que al primer piso llegó un trompetista que con frecuencia ensayaba a todo volumen y perturbaba a todos.
Le habían pedido que respetara el silencio pero gritaba con ira: “Es mi morada y en ella hago lo que quiero”.
La madre de Sara cayó en cama y para ella era un tormento el ruido de esa trompeta.
Marcos se alteraba cada vez más hasta que un vecino le dijo: “Pide consejo al sacerdote porque es un sabio anciano”. Este le dijo: “La próxima vez que haga ruido haz como que limpias la casa y derramas baldados de agua sobre el piso”. Así lo hizo y al rato el trompetista vino a quejarse por el agua que se filtraba. Marcos les dijo sereno: “Es mi casa y en ella hago lo que quiero”.
El otro escuchó su frase y entonces dijo: “Está bien, voy a ensayar en otro lugar”. No pidió perdón, pero el consejo del padre fue excelente.
@gonzalogallog
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