Gonzalo Duque Escobar


Entre el 6 y 17 de noviembre de 2017, se llevará a cabo la vigesimotercera conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP 23), en Bonn, Alemania, evento que será presidido por Fiji con el apoyo organizativo y logístico del gobierno de Alemania, y para el cual la comunidad internacional reconoce la urgente necesidad de implementar una acción oportuna, suficiente y concertada, que permita enfrentar problemáticas como los desastres climáticos y la escasez de alimentos en regiones ambientalmente vulnerables, mitigando el cambio climático como factor de conflictos por el control de la tierra y de los recursos, y detonante de sequías, incendios, tormentas e inundaciones causantes de crisis migratorias y refugiados.
Bonn tendrá como reto consolidar la confianza para implementar el Acuerdo de París que reconoce las causas antrópicas de carácter cultural y tecnológico del cambio climático, como hechos inequívocos y potencialmente irreversibles, consciente de que la falta de acciones significativas frente al calentamiento global en los últimos 25 años, está poniendo en riesgo los ecosistemas, la vida humana y los medios de subsistencia; también tendrá como desafío convencer a Trump, quien le ha anunciado a los otros 194 países que durante más de 20 años trabajaron por lograr un acuerdo sobre la materia que los Estados Unidos se retira del compromiso internacional, y hacer que retome su compromiso de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, asumiendo el propósito común de intervenir la principal causa del cambio climático.
Indudablemente, dados los eventos extremos que caracterizan la problemática del clima global -donde China que emite 12,5 millones de toneladas equivalentes de CO2 al año y Estados Unidos que aporta 6 millones, son en su orden el primero y segundo mayor contaminador mundial de gases de efecto invernadero- en lo corrido del siglo hemos sido testigos de la ocurrencia de olas de calor y temporadas de lluvias asociados a la exacerbación de los fenómenos climáticos, lo que se traducen en daños severos a la salud humana causados por la propagación de enfermedades transmitidas por mosquitos, y por desnutrición tras la pérdida sistemática de cultivos.
De conformidad con la información aportada por la comunidad científica que permite comprender las causas reales y consecuencias del fenómeno climático, si queremos un futuro ambientalmente viable, se deberán coordinar acciones sólidas y con perspectiva de largo plazo, entre las instituciones gubernamentales y empresariales además de la sociedad civil, para construir capacidades de adaptación al cambio climático unificando la visión, diseñando estrategias y articulando metas claras entre los actores sociales, además de promover la recuperación y conservación de los patrimonios hídrico, edáfico y biótico, e impulsar el cambio radical de los hábitos de consumo, dos asuntos para los cuales la organización y participación social resultan trascendentales.
Mientras el colectivo Coalición Clima, un movimiento que reúne 24 organizaciones intersectoriales, propone metas obligatorias a los países industrializados que conduzcan a acciones verificables sobre la reducción de emisiones respecto de los niveles de 1990, en al menos un 30% para 2020 y de un 80% para 2050, también organizaciones internacionales como ProVeg que promueve la conciencia alimentaria, proponen reducir el consumo de productos de origen animal en un 50% hasta el año 2040, y la Alianza por el Clima aboga por incluir la ganadería en la agenda internacional, argumentando que según la FAO dicho sector es responsable del 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Para el caso colombiano, por estar ubicados en el trópico andino con sus cordilleras tectónicamente activas e inestables suelos sobre laderas deforestadas, las dinámicas del clima alternando entre períodos secos y húmedos, traducen los conflictos de uso del suelo en la alta susceptibilidad a los deslizamientos e inundaciones, con lo cual de no resolver dichos pasivos ambientales, se continuarán afectando áreas pobladas en el entorno de cuencas degradadas, ya que los desastres relacionados con el calentamiento global se repetirán de nuevo: tendremos inundaciones lentas como las de Bogotá, Cali y Barranquilla ocurridas en el marco de los fenómenos de la Niña por el desbordamiento de ríos que anegan sus valles y llanuras, o crecientes súbitas como las de Salgar y Mocoa, relacionadas con intensas lluvias que se transforman en devastadoras riadas.
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