Fraile


Estimado Juan José:
No sé si habrás sido “víctima” de una charla que monté hace algún tiempo y que con el correr de los años he venido enriqueciendo a medida que logro adquirir mayor madurez taurina y mejores conocimientos acerca de los orígenes del Toro de Lidia. Esta conferencia, “corregida y mejorada” como diría algún vanidoso profesional en la materia, la he dictado en varios escenarios, entre ellos en la Tertulia taurina que en Manizales se realiza con gran éxito hace ya algo así como treinta años y antes de iniciarse el “encierro” motivado por la pandemia, fui invitado a presentarla en la hermana república del Perú, en Lima concretamente, durante un pleno de la Asociaciones de Criadores de Toros de esa por demás taurina nación.
En dicha charla me refería al hecho que el uro había sido, evolucionado él también, uno de los principales ancestros de nuestro actual Toro de lidia y que el último ejemplar de estos había sido una hembra que murió en Polonia por allá por el año 1627, animal del cual existe un monumento monolítico en el bosque de Jaktorow. Con esta baja quedó oficialmente extinguida esta especie.
Aparte del Toro de casta brava, son pocas las razas que aún conservan genes del uro, entre ellas las vacas blancas de Chillingham del norte de Inglaterra y la Chianina de la Toscana, las cuales, según han descubierto los científicos recientemente, mantienen porciones sustanciosas del ADN de este magnífico animal.
Lo que resulta bastante interesante de este asunto es el hecho que desde hace más de una década los estudiosos, a través de los programas Tauros y Auerrind, en los países bajos, están tratando de recuperar esta especie; parece ser que de manos de la genética es posible lograr la “retro-reproducción”, contando, claro está, con múltiples elementos y pruebas adicionales que no solo son bastante difíciles de entender para legos en estas materias, sino complicadas de explicar para quienes a duras penas garrapateamos los mecanismos que regulan la transmisión de los caracteres hereditarios.
Aquellas personas que vivimos informados de lo que sucede un poco más allá de nuestras narices, nos dolemos al ver no solo la ignorancia de muchos de nuestros legisladores, sino la desvergüenza que los acompaña y que les permite proponer, predicar, pontificar y obviamente legislar sobre temas de los cuales no pasan de tener vagos y superficiales conceptos, generalmente viciados por la pasión.
Y digo esto al ver que en el mundo civilizado la raza de casta brava, el Toro de lidia, se ha descubierto como una de las pocas posibilidades para retro-reproducir un animal hoy extinto, como lo es el uro, con la importancia científica que un logro de este calibre puede tener para la humanidad y para los desarrollos del manejo de la genética en términos de la modernidad. Mientras el mundo civilizado lucha por conservar, por retro-reproducir, por defender las especies y razas que aún subsisten en el globo terraqueo, un puñado de “bárbaros”, que tienen asiento en el Congreso de la República de Colombia, están haciendo su mejor esfuerzo para destruir, para acabar con una raza, la del Toro Bravo, porque su ignorancia los lleva a desconocer no solo el mundo del Toro sino, lo que es más grave, los avances que con ella se puede lograr para beneficio del desarrollo científico de la humanidad. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile
Añadido: Que tu sufragio no conduzca la Patria al naufragio.
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