Fraile


Estimado Juan José:
Aquellos que hablan de “la defensa de los animales” parece que no vieran más allá de sus narices, en cuya punta encuentran siempre, miren para donde miren, la corrida de Toros, lo cual los ha llevado a que se ensañen, equivocadamente, contra ella, ya que esta actividad, plagada de arte, sentimiento, cultura, tradición y alegría nunca será ofensiva para con una raza que la naturaleza nos entregó para que demostrara sus condiciones naturales de acometividad enfrentado al hombre.
Y digo que ese pequeño grupo social no ve más allá de sus narices, porque existen muchas otras manifestaciones del ser humano que sí conllevan maltrato animal y varias de ellas, de hecho, son ejercidas, precisamente, por los mal llamados “defensores de los animales” que naturalmente nunca mencionan, principalmente, porque están acordes con sus formas de vida y como bien se sabe ellos quieren imponer sus gustos, costumbres y aficiones sobre las de los demás, pero las de ellos, aun cuando sean “contra natura”, deberán ser intocables.
No hay nada objetivamente más aberrante que ver una manifestación de “animalistas” marchando con sus animales de compañía montados en coches de bebé y “vestidos” como si de personas se tratara, con sacos, capas, guantes, sombreros o gorras y demás adminículos de uso humano que obviamente, por su condición de ir contra natura, no solo constituyen una falta de respeto para con esos seres irracionales, sino que son una clara muestra de maltrato animal, en donde el ser humano impone sus gustos sobre criaturas que nada pueden hacer para evitar que sus amos les cuelguen trapos por todo el cuerpo, algo que la propia naturaleza repudia y que no es otra cosa que imponer sus retorcidos gustos sobre animales que deberían mantenerse en las condiciones en que la creación los ubicó en el orbe. Y luego, para rematar, los tienen viviendo espacios mínimos, piezas o apartaestudios, alejados de la naturaleza que es su hábitat natural y los sacan diez minutos en la mañana y diez en la noche para que cumplan con sus necesidades fisiológicas y de nuevo al cruel encierro. Y como gran cosa, el domingo los sacan, incómodamente disfrazados, a la ciclovía, a pasearlos sobre un pavimento hirviente donde no puedan corretear con libertad y vivir “como Dios manda”, porque la agresividad que han desarrollado con el maltrato de sus encierros los ha vuelto agresivos y hay que pasearlos con bozales y correas para evitar accidentes. Estos mal llamados animalistas convirtieron al antes conocido como el “mejor amigo del hombre” en un peligroso elemento de la sociedad.
Esa es una perla; y va la segunda (como dicen los famosos Chalchaleros) ¿Y qué me dicen de los tan cacareados “derechos de los animales”? Una cosa es que el hombre está, por mandato natural, obligado a darles a los irracionales un trato correcto, acorde con las razones por y para las cuales la creación los puso en la tierra, con los servicios que de ellos pueda derivar, a no abusar de ellos, a cuidarlos, a no extinguirlos y a conservarlos dentro de unas condiciones de trato digno, según su naturaleza. Pero una cosa es el comportamiento que se le pide al hombre frente a los animales y otra muy distinta es que esa conducta se considere como constitutiva de derechos.
Es bien sabido que es condición sine qua non que quien tiene derechos también tiene obligaciones, “no hay derechos sin deberes” dice el dicho y es imposible, dada precisamente su irracionalidad, imponerle deberes a un animal. Si lo fuera, por ley natural, o civil o decreto, la culebra debería obligarse a no picar al hombre, el castor a no construir barreras que detengan el flujo de riachuelos, el gato a no maullar después de las siete de la noche, las moscas a no transportar infecciones, los murciélagos a no trasmitir la rabia a través de su mordisco, etc. etc. etc. ¿Suena ridículo cierto? Pues lo es además de imposible.
Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido: La siempre violentas, agresivas y desafiantes declaraciones de funcionarios y partidarios del nuevo gobierno contrastan con la actitud calmada y firme pero respetuosa para con la audiencia de su jefe, y son esas contradicciones, de fondo y de forma, las que precisamente generan la incertidumbre que hoy sufre el país frente a su futuro.
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