Flavio Restrepo Gómez


El 13 de marzo fueron las elecciones legislativas; con ellas se hicieron los plebiscitos para escoger entre las listas de candidatos presidenciales, quienes serían los que participarían en la contienda electoral de mayo, o de junio si se necesitare una segunda vuelta.
Los resultados tuvieron la desorganización que una entidad, llamada la Registraduría General de la Nación, quería hacer, pero no pudo. Contaron con la deshonestidad de muchas personas como jurados improvisados, sin experiencia, sin principios, sin valores, sin ética, sin honestidad, con la falta absoluta de límites, con artimañas deshonestas, que sin duda aprendieron en un rápido aleccionamiento del ente, por la falta de los principios elementales y del honor, de los que carecen, heredados en sus casas y aprendidos de sus padres.
Como bien lo dejó en evidencia el joven Suani Lefevre Bessudo, estudiante de la Universidad de los Andes, quien aseguró en Instagram “Les hice una jugada a todos los petristas de mierda y si se preguntan qué hice, pues muy fácil. Cuando ellos votan, tú tienes la cédula de ellos y tienes que darles un pedazo de papel. Yo no les daba el pedazo de papel y si lo pedían, pues ponía un nombre falso y otro número de cédula. Además, si no se daban cuenta, les daba el tarjetón del Centro Democrático y mucha gente no se dio cuenta. De nada, Colombia”.
Por la ausencia de principios de verdadera democracia, que tienen en este país el gobierno y los entes de control, buena parte de los grupos políticos y muchísimos electores, la trampa pasaba desapercibida. Pero como ya se tenía la experiencia de hace 4 años cuando la acción de Juan Carlos Galindo Vacha, registrador entre 2015 y 2019, permitió y legalizó el fraude electoral más grande que se había cometido en Colombia, llevando a la Presidencia al inexperto Iván Duque Márquez.
Un personaje sin preparación académica suficiente, con valores éticos cuestionables, sin una trayectoria política previa que tuviera alguna importancia. Así lo elevaron a la condición de primer magistrado de la nación, siendo un don nadie, cuyo “mérito” consistía en haber sido hijo Iván Duque Escobar, que también fue Registrador, Gobernador de Antioquia, Ministro de Minas y Energía y Desarrollo, además de miembro de la Junta Directiva del Banco de la República.
Por esa falta de conciencia fue que esta vez no pudieron repetir el fraude, advirtiéndose rápidamente que todo estaba preparado para convertirlo en el peor de todos los tiempos. Para infortunio de los que tienen el poder, de los que lo quieren tener a las buenas a las malas, sin importar el costo. Se prepararon multitudes de testigos electorales que hicieron vigilancia en el reconteo, encontrando una trampa gigantesca, que cambió por completo el panorama político que querían eternizar, en la falsa democracia más antigua de América.
Pero como la mentira y la trampa son testarudas y tercas, entonces ante la evidencia del fraude, los que siempre han gobernado, comandados por un personaje todos los días más desacreditado y decadente, Álvaro Uribe Vélez (que en una audiencia afirmó: “Mi papá era un campesino de alpargatas, cafetero humilde de las tierras altas de Antioquia...”, a lo que la juez respondió: “Limítese a contestar lo que se le pregunta en el marco de su imputación, no vino aquí a hacer un discurso político, ni nos interesa su biografía”), han creado un clima de tensión mal intencionado, con el cual quieren cambiar los resultados, pidiendo el reconteo de todas las mesas escrutadas.
Eso no estaría mal, con toda la legalidad. Mal si la intención es acrecentar los fraudes; si son controlados con riguroso celo, perderán más votos, más curules, más prestigio, lograrán tener más deshonra y menos votos. Ya lo demostró María Fernanda Cabal, que para “evidenciar la trampa” presentó documentos en los que los votos por el CD estaban grotescamente inflados.
La carta escondida de Uribe es de apellido Gutiérrez y lo apodan Fico. Con ese camaján, que piensa mal y habla peor, según él “hubieran” llegado a la Presidencia sin rivales. Pensamiento atró-fico, que lo descali-fico, pero que de volverse realidad sería terrorí-fico.
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