Flavio Restrepo Gómez


El mundo vive una verdadera calamidad, de proporciones desconocidas, pero devastadora. La expansión de la covid-19 ha sido universal, no ha respetado poderes económicos, ni ideologías o credos. Se expande sin retenes, para demostrarnos la fragilidad del ser humano, cuando enfrentado a situaciones que fuera de inesperadas, demuestran con muchas vidas perdidas, arrasan todos los sistemas.
No es una cuestión de poderío económico, pero no puede haber victorias levantadas sobre la debacle humana. No se pueden construir imperios sobre los escombros que quedan por todos los rincones de la tierra, con el empobrecimiento de muchos de nuestros hermanos, el enriquecimiento y la vanagloria de pocos comerciantes de la vida, sin recatos, pudor o vergüenza.
Los países sufren las consecuencias de la diseminación del virus y la implacable realidad de su diseminación, contagio, enfermedad y muerte. Algunos han tenido la mala suerte de ser gobernados por personajes de baja estofa, preocupados solo por el rendimiento económico de sus países, a costa de miles de muertos que inocentes, han sido llevados al cadalso, para morir aislados, solitarios, sin la compañía de sus familiares o amigos; una pandemia que devasta ciudades y pueblos. Regiones enteras que sufren las consecuencias de la frivolidad de sus dirigentes; unos, porque se demoraron en tomar medidas, otros porque simplemente no las tomaron, despreciando la realidad que nos demuestra un insignificante virus: La vida es más importante que el dinero, aunque este sea útil para suplir algunas necesidades.
Lo peor está por venir. Cuando se supere la crisis, entonces estaremos enfrentados a situaciones de pobreza extrema, escasez de alimentos, pérdida de fuentes de trabajo y una economía que demuestra que no es capaz de enfrentar situaciones para las que nadie estaba preparado. Será entonces cuando pasemos de la pandemia del covid-19, a la realidad de un mundo que se desmoronara con gente muriendo de hambre, sin trabajo, sin capacidad de enfrentar el problema que se avecina, con la impotencia de saber que el pan de cada día estará comprometido, sin muchas expectativas de que pueda ser recuperado en un futuro cercano.
Pero por encima de esa realidad innegable a la que estamos sometidos, hay otra que comienza a tomar fuerza, y que de ser demostrada pondría al descubierto lo peor que tenemos como especie, el animal humano, haciendo gala de sus peores acciones, para demostrarnos que las hienas humanas, carecen de todo valor y principio.
Muchos científicos del mundo han opinado sobre la causa de esta pandemia y dicen que se trata de una guerra biológica, que les sirve a quienes la prepararon para dominar el planeta y someterlo a sus principios de falta de solidaridad y remordimiento. Sistemas políticos, interesados en tener el poder sobre el mundo al costo que sea, haciéndose pasar con hipocresía y cinismo como solidarios y benefactores con la tragedia que
vivimos.
Lo advirtió el Dr. Francis Boyle, un científico licenciado en la Universidad de Chicago, hace mucho tiempo, desde cuando se opuso a la utilización de armas biológicas en la Convención sobre Armas biológicas de 1972, y redactó la ley antiterro rista de Armas Biológicas de 1989.
Dice: “…me pareció muy sospechoso el caso de Wuhan. Ahí, se localiza una instalación con nivel 4 de bioseguridad. Es la primera en China, y se creó específicamente para tratar el SARS y coronavirus. Básicamente, el SARS es una versión de coronavirus diseñado como arma biológica. … este coronavirus de Wuhan se había filtrado de esa instalación NBS-4… tal vez a mediados de noviembre y que, desde entonces, el gobierno chino había mentido y ocultado información relacionada”.
¿Por qué China, Corea del Norte, Rusia y sus aliados, lo tienen bajo control? El biólogo y científico Shiva Ayyadurai, doctorado por el MIT, publicó en Twitter que el “alarmismo del coronavirus” entrará para la historia como “una de las mayores fraudes para manipular la economía, eliminar el disenso y empujar remedios obligatorios”, una posición que reafirmó después, pese al alud de críticas que recibió.
En fin, la historia, que suele ser testamentaria, en un futuro próximo nos dirá la verdad sobre el origen de esa tragedia humana, aclarará si fue una pandemia natural o una guerra biológica, que no puede justificarse de manera alguna.
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