Flavio Restrepo Gómez


No importa Cárdenas, no importa, que seas ministro, banquero o usurero. Nadie lo notará. Si alguien llega a notarlo, todo estará planeado para que sea olvidado de inmediato, en un país que no tiene memoria. ¿Quién dijo acaso que había que vivir con un salario, al que su ilustrada miopía exprime día a día, sin importarle un pito?
No importa Cárdenas. Ya casi todos olvidaron a Dragacol y en su desastre, las manos suyas tejiendo esa quimera como un sastre, asegurando impunidad, penas, vergüenzas.
No importa Cárdenas, puedes seguir subiendo los impuestos para tapar los huecos financieros que dejan a diario políticos rateros y burócratas tontos, que con su indiferencia permiten que el dinero se acumule en quienes ya tenían bastante, sacándolo con disimulo pero a la fuerza del bolsillo del luchador del día a día, del que trabaja, del pobre asalariado.
No importa Cárdenas. Nadie sabrá que fueron su mente inquieta, su miopía y el estrabismo extremo con que todo lo ve, los que encontraron la forma de sacarle a todos los del medio la plata que se gastan los glotones insaciables que aúllan a su lado, los que le hacen una alharaca que parece cantata, pero distorsionada, suena a ruido infernal, que ensordece a todos los que a diariamente, dejan en lo que hacen en su labor pesada, todo el sudor de la jornada para intentar pagar el gasto del día a día de la vida.
No importa Cárdenas. Nadie va a reclamarle el que no sepa sumar, pero tenga 3 o más maestrías en dividir para restar. Tampoco van a saber que lo que agrega o suma, solo son “herramientas” para los que necesitan mantener el poder a todo costo, a toda costa. Las restas solo serán para el hombre que de verdad trabaja, para la mujer que se rompe día a día para tenerles pan a sus hijos o sostenerse en vida.
No importa Cárdenas. Nadie va a atreverse a señalarlo como el reformador de los tributos, el alcista insaciable de eso que recauda con el IVA, el genio que le puso impuestos a todo, incluidas gallinas y sus pollos, que a usted eso le sabe a nada, le importa poco, le vale huevo.
No importa Cárdenas. Nadie se va a dar cuenta, que lo que sus ojos perciben, porque usted no ve bien, es una distorsionada forma de esta realidad cruda en que vivimos.
La verdad, la distorsión es mucha. Ya es hora de que vaya al optómetra y le cambien de anteojos, para que pueda ver mejor lo que en su obnubilada mente no alcanza a percibir. Vaya, la consulta la pagamos nosotros, no se preocupe, es cortesía de un pueblo que trabaja sin descanso. Es su tajada, qué le vamos a hacer.
No importa Cárdenas. La gente no sabe y no sabrá que hay un cartel montado entre los recaudadores que ha robado billones, esos a los que persiguen poco y que cuando por casualidad los cogen defraudando al Estado, robando los impuestos, para que escarmienten les dan una mísera pena, elegía a la desproporción de las que se imponen contra otros por minucias. Nadie va a notar, ni mucho menos a saber, que al “roba gallinas” lo condenan duro”, pero al “duro” no lo condenan porque son “gallinas”.
No importa Cárdenas. No se desvele usted con la conciencia intranquila, si es que usted la tuviera, de saber que un alto porcentaje de los trabajadores no recibe el mínimo, no tiene aportes a salud, ni a esas fábricas de humo que son los fondos de pensiones. Tampoco importa que los que pueden pagar por ella honestamente, no de las manos de las ratoneras de los políticos, sean víctimas de un pérfido sistema, donde con los dineros de otros, se enriquecen 2 o 3 cacaos que no se ruborizan. Eso no lo sabe nadie Cárdenas.
En fin, no le importe Cárdenas. De gente como usted ya escribió con sabiduría el poeta, que lo tiene a usted como alguien que heredó de su padre el don del canto. En el soneto, usted y los que hacen parte de la cofradía cerrada de cacaos y burócratas son los ruiseñores; los colombianos que afortunadamente no tenemos acción en ese club de indecencia, somos los gallos.
El ruiseñor y el gallo
Tienen una acendrada
vocación para el canto.
Pero hay una minucia
que a veces los separa.
Mientas que al ruiseñor
suele salirle un gallo,
al gallo en cambio nunca
le sale un ruiseñor.
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