Flavio Restrepo Gómez


El próximo domingo, 13 de marzo, sabremos quienes fueron los elegidos para la Cámara de Representantes y el Senado de la República. Quedarán por supuesto además preelegidos los nombres de los que serán los candidatos a la Presidencia de esta nación, llamada Colombia.
La actividad politiquera ha sido frenética, con la convocatoria de los diferentes candidatos a sus actividades proselitistas, sus recorridos por las calles repartiendo panfletos y propaganda, queriendo mostrarle a la gente una realidad que no es cierta, que no es otra que la de decirles que están con ellos, que siempre les preocupan, que son la razón por la cual participan en este juego, cuando en realidad no hay nada más alejado de la ciudadanía y de la gente que un político en ejercicio.
Los candidatos solo se preocupan por las personas del común, por la ciudadanía, cuando la necesitan para que voten por ellos; tratan de seducirlos para que depositen su voto, voluntario o comprado, en las urnas dispuestas por la Registraduría Nacional, con todos los cuestionamientos que esa entidad y su jefe, el registrador Alexander Vega, cargan a cuestas; cuestionamientos bien ganados por demás, las muchas dudas que tienen sobre su imparcialidad, con una confiabilidad que es casi nula y una credibilidad que se acerca con ironía y desparpajo inaceptable a las cifras de margen de error de algunos participantes en la campaña política que se adelanta.
El frenesí y la sofisticada red de mentiras y engaños que tienen en la carrera política para las elecciones de este año, han sido las más sucias que hemos tenido en este país, acostumbrado hace mucho tiempo, a trampas políticas, a cambios de resultados salidos de la nada, en un acto de engaño e irrespeto por los electores, cuando los candidatos y sus seguidores han pasado todos los límites para desacreditar a sus oponentes, sin importar que la presentación de programas de gobierno concretos y reales sea ninguna, que toda la discusión se limite a hablar mal del contrincante, como si se tratara de una pelea de alimañas humanas furiosas, una ordinaria riña de gallinetas y gallos tapados, que sin argumento alguno, hacen barricadas, para ganarse unos seguidores, gracias a la capacidad sin límite que tienen para mentir y engañar, sin que importe que no tengan postulados éticos y políticos que sustenten sus aspiraciones.
La unión de fuerzas políticas contrarias está a la orden del día. Se unen opuestos en todos los sentidos, para fortalecerse, creando o uniéndose a otros grupos, en los cuales, están también participando contrarios, movidos por intereses y no por principios, motivados por esa insaciable gula de poder, que los motiva siempre, los vuelve incansables, los convierte por arte de magia en personas que parecen ser incansables trabajadoras, que dedicarán toda esa energía para regir los destinos de la Patria.
Ante la magnitud de la farsa montada, las multitudes asisten a espectáculos circenses de proselitismo político, que no pasa de ser una artimaña con la que los engañan y seducen, para después olvidarlos pasadas las elecciones. Así ha sido siempre, pero en esta ocasión, se rompieron todos los diques de contención, la estafa está desbordada, la mentira se pasea horonda y pasa por todos los rincones de Colombia, para mostrarle a los ciudadanos que en época electoral todo es posible, y lo pueden lograr con promesas incumplidas que van concretado en un tamal, un plato de lechona, el transporte en bus, la retención de cédulas, y el pago de una cifra que ellos le ponen a la compraventa de votos, que es el arte que manejan sin quien los iguale, acostumbrados como están a apropiarse de lo que no les pertenece, adueñarse de lo que no es de ellos, repartir entre familiares y amigos los bienes del Estado, que salen de la plata que pagan los contribuyentes. Estamos en un país en el que la política es un ejercicio pestilente y nauseabundo, lleno de escoria.
Pero no hay mucho que hacer para cambiar a las mayorías que hacen del ejercicio de la política, un verdadero carnaval de estafas, de constreñimiento al votante, de manipulación de los sitios de votación, de los jurados, de las urnas y de los resultados, con los amigos poco honestos que tienen en las entidades de control.
Este domingo estamos ante la única posibilidad de comenzar a cambiar esa parodia, para iniciar una verdadera vida democrática, justa y decente, que esté al servicio de la gente. De usted y de su conciencia depende que eso sea posible. No se deje manipular, ni comprar.
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