Flavio Restrepo Gómez


“Uno de los castigos por rehusarse a participar en política, es que terminara siendo gobernado por hombres inferiores a usted.” Platón.
Un bisoño es un principiante, novato, novicio, aprendiz, pipiolo, joven biche, verde, desconocedor, imberbe, inexperto y primerizo. Es por supuesto todo lo contrario del veterano, experto y avezado. Esa tontería es nada comparada con la majadería de los que nos gobiernan, un grupo de personas que, haciendo un elogio a la estupidez humana, dicen que hay que mantener encerrados a “los abuelitos” para que no se contagien y no contagien.
Parece bien pensado y sustentado en estadísticas; no se trata de opiniones al azar para volverlas decretos con los que se marginalizan a aquellos sobre cuyos hombros, sostenidos por su experiencia, la fuerza de su razón decantada por el tiempo, podemos pararnos como el cimiento de lo que llegamos a ser.
Pero eso pasa en las culturas en las que los mayores son respetados, los mismos aquí llamados con disimulado desdén y cariñito meloso “los abuelitos”.
El principiante que tenemos haciendo una pasantía de 4 años en la Presidencia de la República, a la cual llegó por haber sido elegido a dedo por su patrocinador, entre un grupo, terminaría haciendo lo que dijera el titiritero, ese “abuelito” que ha sido incapaz de irse a buen retiro, porque sabe “el agua que lo moja” y necesita inmunidad e impunidad.
Que en este país desmemoriado, en donde se hace una apología a la amnesia colectiva, nos hayan impuesto a un principiante para manejar nuestro destino, es ya una acción de mal gusto, con la que demuestran que pueden jugar con los ignorantes, los analfabetas, los desposeídos y los fanáticos como les dé la gana, para poner de “mensajero” a alguien que carece de formación y de experiencia, para demostrarnos que reeditamos a diario la comedia de la improvisación a la que nos han acostumbrado.
Ahora después de la aparición del covid-19 y la multiplicación de contagiados que ha tenido, los muertos que van y los que todavía faltan por contar, vemos cómo vivimos en un país en el cual la democracia pasó a segundo plano, se convirtió en un burladero de la Constitución, en el despilfarro de recursos públicos mal utilizados o malversados, para aparentar que se están protegiendo necesidades de mayorías, cuando la realidad muestra que la respuesta ha sido no solo tardía en su comienzo, sino temprana en su final, dejando a la mayoría de la gente, la clase media, los trabajadores, los campesinos y los pobres de solemnidad que se cuentan por millones al azaroso curso de un devenir impredecible.
Esto ha ido de mal en peor desde que tenemos memoria, pero especialmente en los últimos 20 años, cuando se rompió por completo el dique que contenía el pozo séptico que fueron creando y parecía no tener fondo. Ahora estamos en un país a la deriva, empobrecido, con pérdida de millones de puestos de trabajo, sin una luz de esperanza para todos, porque aquí el interés particular prima sobre el general, sin que se vea un cambio que avizore un futuro halagador.
Dejar por decreto “presos” a los mayores de 70 años, no solo es pegarles una bofetada inaceptable. Es ignorar que también es posible que usted y los suyos lleguen a ser “ancianitos”. Si usted lo llega a ser, que eso espero, se podrá decir de usted parodiando al poeta: “Y vas a ser anciano, y al despertar los cielos con las constelaciones…”.
Si no ha hecho respetar normas fundamentales, si permite nos dañen los páramos, se haga minería y se destruya la naturaleza, tenga al menos la dignidad de respetar a los mayores, a los que se han vuelto viejos trabajando para poder sacar adelante muchachos inexpertos como usted, tratando de hacerlos buenas personas. Usted para ellos encarna la tiranía hipócrita de un aprendiz.
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