“Vivimos en una sociedad enferma. Basta considerar solo dos de sus síntomas: la insatisfacción y la incapacidad de vivir en paz.”
Tenemos que enfrentar la pandemia del coronavirus, que deja efectos desoladores en el mundo entero, sin que nuestro país sea la excepción. Tenemos que enfrentarla aquí y ahora con todas sus consecuencias. Creemos que tenemos ganada esta batalla, pero en Colombia apenas está comenzando la verdadera explosión de su crecimiento exponencial, agravado por la falta de una cultura ciudadana, para que se produzca el menor daño posible y cause el menor número de muertes.
Hablamos de “muertes” como si fueran meras estadísticas frías y sin sentido, despojadas de cualquier sentimiento, cuando la realidad es que esos “muertos”, pertenecen a una familia que los tenía en su seno, los quería, dependían de ellos o vivían del afecto mutuo, que solo dan sin condiciones los seres queridos. Son personas que perdieron y seguirán perdiendo la vida, dejando soledad y tristeza en un entorno del que hacían parte como seres humanos, sin importar su raza, credo, creencia política o religiosa. Seres humanos como todos; seres que sufrían, gozaban, se angustiaban, trabajaban, estudiaban, sostenían a otros o eran sostenidos por sus seres queridos; personas que tenían necesidades comunes de la especie humana, que nacieron para un día morir, aunque no lo quisieran.
Somos seres finitos que pagamos sin falta, unos antes que otros, pero todos, el precio de la vida, que es la muerte, esa que nos pasa como usurera cuenta de cobro por la vida, sin discriminación alguna. Eso lo sabemos todos. Somos una especie finita. Pero parece que no sabíamos y para lo que no estábamos preparados era para que un virus salido de la nada (o tal vez no), microscópico, insignificante, venga y haga de las suyas con las nuestras.
Ante esa realidad ineludible, solo nos queda actuar con conciencia individual y colectiva. Tenemos que suponer de antemano que si no estamos enfermos, nos pueden contagiar otros; pero también, que si lo estamos, podemos contagiar a otros. Para disminuir el efecto devastador de esa multiplicación de contaminados a la n, son necesarias unas acciones personales y colectivas que tengan conciencia y se preocupen por el individuo en sí mismo y por los otros como parte fundamental de la sociedad.
Seguir medidas de bioseguridad y aislamiento, con distanciamiento social adecuado, retorno cuidadoso y bien planificado a las actividades de la rutina diaria: el trabajo, la educación y el esparcimiento, nos obligan a ser responsables, para que otros no nos contagien o para que no contagiemos a otros.
Solo en la medida en que seamos conscientes de los riesgos que corremos o hacemos correr, podemos evitar que la catástrofe sea mayor a lo esperado. Las autoridades de salud hacen todo lo que pueden para evitar una escalada sin freno que sea devastadora. Algunos departamentos la han manejado mejor que otros; algunas ciudades han sido más proactivas y actuado con más cautela; los resultados están en los índices de infectados y muertos.
Pero tenemos, para desgracia nuestra, una enfermedad peor. Hablamos de una sociedad enferma, que perdió todos los límites, que viola todas las normas. Una sociedad manejada por una policlase enferma y corrupta, a la que le importa nada la vida de los ciudadanos del común. Hablo de esa que tiene muchos esbirros y seguidores que se benefician de sus manejos impúdicos y deshonestos de la cosa pública, haciéndose a fortunas que esconden muy bien, esas que cuando se descubra fueron mal habidas, no serán pagadas, en un país en el que la ilegalidad es pan cotidiano. Ellos bien saben quienes son, pero eso no les importa, son infinitamente cínicos.
Tenemos los bien conocidos periodistas y medios “prepago”, haciendo una alegoría a la desinformación. “Desinformar no es la consecuencia de la falta de información, o por lo menos no necesariamente. Desinformar no es un acto de omisión simple, sino una estrategia deliberada que incluye tanto la omisión como la diseminación de información parcial o falsa, o verdadera pero llena de elementos capaces de generar suspicacias…”.
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