Flavio Restrepo Gómez


Hasta ahora nada ha cambiado. Solo es notorio el repunte vertical de Duque; la caída estrepitosa de Vargas. No hay cambios en Fajardo. De la Calle tiene mas decencia que seguidores. Petro continúa estigmatizado con el cuento del Castro-Chavismo, que hizo viral el Castro-Chavo-Uribismo.
La gente vota asustada, les metieron el cuento del “coco” y la “pata sola”. Vuelven a sentir los terrores de la infancia. Cuento “chimbo” que hace carrera entre analfabetas, ignorantes y comprables. Las mayorías del Parlamento estarán conformadas por “la crema” agria y “la nata” podrida de los grupos de derecha, extremistas, disfrazados con sofistería de Centro Democrático y Cambio Radical. El primero no es de centro, es de extrema derecha, tan siniestra como su antípoda. Tampoco es democrático, aunque haga una mediocre representación de lo que es democracia. Es la versión política de “en cuerpo ajeno”, una telenovela de nuestro cotidiano que “eriza la piel”. El títere o marioneta, ahora aparentemente más amable, parecido con la caricatura de Porky. Pero eso no es problema, como tampoco lo fue que participó con OIZ, en las reuniones con Odebrecht. Esas bagatelas, que allende las fronteras tienen muchos judicializados y privados de la libertad, aquí son de poca monta. La corrupción no ha sido un mal visto como importante en esta patria maltrecha. Será el nuevo títere de Uribe. Un Pinocho, con su Gepetto equilibrando las cuerdas y dando espuela. El segundo no es cambio, pero si es Radical. Radical su grupo, lleno de corruptos, investigados, judicializados, procesados, inhabilitados. Allí se encuentra lo peor de la clase política colombiana, la mas indecente y desvergonzada. Vargas tiene la impudicia de no contarle al país, qué tumor tenía, por qué le tuvieron que abrir el cráneo. Al verlo se nota que hay algún problema en su rostro. Él no tiene la dignidad de informar sobre si es importante o no. Hasta Cepeda lo hizo. Es una cuestión de nobleza con el país. Habla con sectarismo y disimula poco; miente con sofistería, pero no le importa. Cree ser heredero de una dinastía, cree que es su turno. Es que en Colombia la política se hereda. No tiene importancia que en los últimos 10 años hubiera hecho “política” (así lo dijo en Caracol TV), aunque como funcionario público, ministro y vicepresidente, estuviera impedido para hacerla (Art. 127, incisos 2 y 3/ Art. 210 de la CP y Código Único Disciplinario). La ley es taxativa, pero su cumplimiento no. No tenemos autoridades capaces de investigarlo y judicializarlo. En él todo es posible. Todo le vale menos.
Humberto de la Calle tiene muchos pergaminos, es decente, pero tiene pocos seguidores, eso entre los restos de lo que una vez fue el Partido Liberal, hoy atomizado, lleno de tránsfugas, de “migrantes políticos” (estos sí migrantes, no desplazados, eufemismo displicente del primo hermano del gran capo del cartel de Medellín, José Obdulio Gaviria). Sergio Fajardo de Coalición Colombia, diluido en discurso que tiene más de ecuación que de argumento sólido y simple, una perorata, lo que hace que no reste, sume o multiplique, pero sí divida. El Partido Somos, como si los otros no fueran, con Viviane Morales, la homofóbica, con propuestas superficiales e intrascendentes. El Poder Ciudadano, escondida en el turbante de la que no ha tenido “piedad” con su copartidarios y con los de su raza. Todos Somos Colombia, con dos desconocidos que posan para la foto, la gracia de estar en el tarjetón. La coalición Petro Presidente, que ha logrado polarizar, sin hacer algo, al país entero, con una propuesta de Colombia Humana, acompañado de la dignísima Ángela Robledo. Conocedores de que en este país se unirán todos los enemigos y contrarios, para no dejarlos llegar, porque les tienen pavor.
Y finalmente, como esto es Colombia, están los Promotores del voto en blanco y el voto en blanco sin promotores. Ese es el inventario. La suerte está echada. No se puede modificar. Las estadísticas están manipuladas, tanto o más manoseadas que la opinión. Con esta división, este transfuguismo, estos camaleones y los “barones electorales” que tenemos, no esperemos mejor suerte. Estigmatizan la izquierda. El poder seguirá en manos de la derecha, tan afín a la siniestra.
Nos meten el cuento de los males que nos dejaría un eventual y remoto triunfo de la izquierda, de todos los horrores a los que estaríamos sometidos. Solo cabe preguntarse: ¿Cómo puede afirmarse que la izquierda lo destruye todo, en un país que desde que es República, solo y siempre ha sido gobernado por las élites de derecha?
Seguiremos en las mismas, con los mismos, mejor disfrazados, más populistas, más mentirosos, más indecentes. Qué sufrida esta querida Colombia, con esa clase dirigente, que vive todavía en el paleolítico político, que está convencida que las posibilidades para ejercer el poder están destinadas solo a los privilegiados o embusteros de siempre. Qué le vamos a hacer: Colombia es olvido, pero no es perdón.
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