Flavio Restrepo Gómez


“Si no tuviéramos defectos, no hallaríamos tanto placer en resaltar los de los demás”. François de la Rochefoucauld
Estamos enfrentados a una realidad con la que quieren manipular masas y personas. Programas de radio y televisión, dedicados a mostrar la vida más allá de nuestras fronteras, para hacernos creer que aquí las cosas están bien. No lo hacen por convicción, lo hacen por conveniencia. Tenemos una caterva de medios y de fingidores de periodistas, que deforman la realidad, para hacerle creer a la gente que todo va bien, que nosotros no tenemos problemas, que los problemas están afuera. ¡Mentirosos!
Vemos como quieren cambiar la realidad y limpiar impunemente los acontecimientos, deformándolos sin el menor asomo de vergüenza, solo para maquillar el horrible día, que ha seguido a la horrible noche que nos anuncian con mentirosa elocuencia, ha cesado, en el himno nacional. Y así manipulan la información, la realidad, deforman la verdad, hacen de la mentira un sofisticado arte, con el que quieren hacer pasar por ciertos, hechos que no lo son. En fin la reedición de una función burlesca, en la que los comediantes y bufones para infortunio de nuestra patria, son los que tienen el poder de las comunicaciones en sus manos, manipuladores de masas, deformadores de nuestra realidad, que hacen pasar como cierta, a sabiendas de que es un engaño, una patraña, una mentira sin escrúpulos.
Esto ha funcionado así desde hace mucho tiempo, para mantener el estado de desinformación e ignorancia en que vivimos con medios que no tienen escrúpulos y periodistas que carecen de moralidad.
Han olvidado muchos periodistas y entre ellos periodistas-periodistas, que su labor es informar sin juicios de valor, presentando la realidad escueta y diáfana para que el que la recibe sea el que juzgue y valore la veracidad de lo informado y sus implicaciones. En mala hora nos llenamos de presentadores de televisión, jefes de redacción y locutorcitos que fungen de periodistas, cuando no pasan de ser payasos de mala estofa y peor calidad, personajes con credibilidad cuestionable, poco amigos de la verdad, acomodadores de los acontecimientos a la medida de sus necesidades y sus patrocinadores.
LA PATRIA ha sido respetuosa con todos los que acá escribimos, aunque tengamos conceptos y puntos de vista distintos y discutibles. Nunca hemos recibido un rechazo o una sugerencia para cambiar lo que pensamos o escribimos. Es una excepción. La mayoría hacen lo contrario. Periódicos, noticieros, televisión, radio; medios en los cuales hay gente honesta y diáfana, revuelta con mucho sinvergüenza, sin escrúpulos.
La entrevista de Los Informantes, de María Elvira Arango, al agente del Esmad, es una demostración de la deformación de la verdad, con cuentos que son fantasía y no realidad. El agente dijo que lo había hecho sin tener la culpa y sin la intención de dañar a alguien. Mentiroso. El disparo fue prácticamente a quemarropa, destruyó un cráneo y acabó con una vida. Nada justifica la violencia.
No está justificada violencia alguna, ni la de los anarquistas, ni la de los que están por fuera de la ley. Esos matan policías y soldados sin que les importe nada. Son criminales sin escrúpulos, desalmados sin tripas, sin sentimientos. Pero nada justifica la violencia de las organizaciones legales, que están para defendernos, no para matarnos.
Sale Luis Carlos Vélez, una vergüenza para el periodismo, presentando una foto de horror de esa Venezuela vuelta mierda por los anarquistas que se disfrazan de socialistas para acabar con un pueblo, y del cual se aprovechan para enriquecerse sin medida. Pero con falta de objetividad presenta la noticia diciendo que a eso nos pueden llevar otros en Colombia. Se le olvida al colombo peruano, que tenemos la desgracia que vive el pueblo guajiro, donde los niños mueren de hambre, quedan reducidos a huesos cubiertos de piel, por la desnutrición y la indiferencia del Gobierno.
En fin, no podemos seguir teniendo gente que deforma la información, solo porque violando los principios de la neutralidad del periodismo, son estafetas desvalorizados de los que ostentan el poder.
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Han olvidado muchos periodistas y entre ellos periodistas-periodistas, que su labor es informar sin juicios de valor.
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