Flavio Restrepo Gómez


Estamos entrando en la recta final del año 2021. Es el comienzo de lo que será una febril actividad politiquera para poder comprar los votos, comercializar las elecciones, pagar por cada persona que apoye un candidato, continuar con este desastroso proceso político que hemos vivido en los últimos 20 años, sin duda alguna peores que los 180 anteriores.
La entronización de las mafias políticas; el poder corrupto y corruptor de la mayoría de los actores de esa farsa, bien montada y mejor actuada, con la que inescrupulosos de todas la pelambres, han podido llegar al poder, para hacer que este país sea una verdadera e inagotable despensa de deshonestidad, violencia, saqueos, robos, estafas, con todos los horrores que esto representa, para una población que entre la desesperanza y el miedo tiene que optar por quedarse callada o abandonar sus terruños, so pena de ser sometidas a desplazamientos, masacres y violencia.
La gente no resiste más; pero el poder que tienen los grupos legales y los ilegales, es tan grande, que aplastan todos los intentos de reunirse para exigir dignidad y decencia, para pedir honor y verdad, para reclamar justicia y paz. La gente, cansada, ha llegado al punto de no retorno, en el cual, o se sacude de las maniobras que con fuerza bruta la han sometido desde siempre, o se enardecen los ánimos de los que olvidados y desprotegidos no tienen más recursos que responder a la injusticia con vandalismo y terror.
No nos merecemos eso como sociedad. Tenemos que guardar la esperanza de que un cambio se produzca para avizorar un futuro que sea mejor que este presente y pasado desolador y cruel al cual han sido sometidas bastas camadas de la población, por cuenta de los que sin honor alguno, con desfachatez y desafío, han burlado todas las normas sobre convivencia ciudadana, sobre derecho a la igualdad de oportunidades, no estigmatización de género, no persecución por ideas políticas, de raza, o de cualquier naturaleza. No podemos seguir viviendo en este “latifundio”, sin que no nos dé vergüenza y hagamos algo por cambiarlo.
Ver esa proliferación de candidatos de todas las categorías, en números que son exageradamente ridículos en el ejercicio de la política, acompañada de la manipulación de los medios de información que, para desgracia de una nación, se prestan como meretrices de baja estofa en la degradación total del arte de informar sobre como nos quieren gobernar, convertido en un prostíbulo, en el que hay proxenetas por montones y prepagos que hacen el juego por muy pocos paquetes de almendras. Esos son los que se quedan manejando este país como si fuera un club nocturno, donde se compran y se venden los principios y valores, a cambio de tener el poder para pisotear a todo un pueblo.
Colombia no puede soportar más este nivel de corrupción y de podredumbre entre los que nos gobiernan y muchos de los que informan. La dignidad de nuestro pueblo, no puede seguir siendo manipulada por “poliputos” y sus medios de comunicación disfrazados de imparciales, cuando no pasan de ser actores interesados en la estigmatización del contrario, para mantener la hegemonía indecente, con periodistas de mala calidad, sin principios éticos y sin dignidad profesional.
Los que ejercen el periodismo con honestidad y transparencia tienen que hacer que su voz se escuche más duro, para neutralizar esas máquinas de desinformación que los rodean, con las que las élites logran engañar y manipular a un pueblo empobrecido, manipulable, que solo les sirve cuando van a comprarles sus votos.
Tenemos que cambiar a la gran mayoría de los dirigentes en todos los niveles. En lo nacional, lo departamental y lo municipal. Desde presidente, ministros, funcionarios de alto rango, con sus esbirros; pasando por gobernadores, alcaldes y ediles, que son desvergonzadamente deshonestos, sin que les importe.
Nos tenemos que preparar para las elecciones más deshonestas que se harán, con una Registraduría de bolsillo que puede manejar a su antojo los resultados, sin que importe la dignidad del cargo, ni la función que cumplen. Llegó el momento de despertar de este letargo y acorralar a los corruptos para ponerlos en evidencia, de manera que sean judicializados.
Tal vez si lo hacemos, un día, ser deshonesto, “vivo”, ladrón y tramposo, dejará se ser una manera de comportarse, convertida en una costumbre que no tiene repercusión alguna entre nosotros.
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