Flavio Restrepo Gómez


Estamos a 22 días de la posesión del presidente electo de la República de Colombia, Gustavo Francisco Petro Urrego y de su fórmula vicepresidencial Francia Helena Márquez Mina. La mayoría de los colombianos estamos expectantes con respecto a lo que será este cambio de 180 grados que da la dirección del Estado, en el cuatrienio que comienza el 7 de agosto de 2022.
Esperamos que sea para bien de nuestra Nación, tan mal manejada durante siglos, con gobiernos que han convertido nuestro país en punto de referencia mundial de corrupción, desgreño administrativo, robo de recursos públicos, impunidad, narcotráfico, violencia; perdimos todas las oportunidades que tuvimos para desarrollarnos, para dejar de ser la vergonzante república, reconocida en el mundo por muchas cosas malas, eso porque las buenas, que son muchas no tienen la publicidad de las primeras.
Y se acaba afortunadamente este Gobierno, que pasará a la historia como lo peor que hayamos tendido en el manejo del Estado, con un aprendiz que viajaba como si fuera un personaje muy importante a nivel mundial, cuando en realidad era un absoluto desconocido en todas partes, solo famosos por su mal gobierno, su desastroso manejo de toda nuestra economía, el olvido de regiones inundadas de pobreza, desigualdad y hambre.
Quiso acabar respaldado por muchos de sus amigos, con el proceso de paz, dejo que aumentara la violencia, estigmatizó la protesta social, dejó que se cometieran los peores actos de violencia contra la gente que manifestaba su descontento. Eso sin contar con el hecho reconocido, de que aumentó la violencia de los grupos al margen de la ley, el dominio de los terroristas, en buena parte del país, mientras él se dedicaba a ser un presentador insensato y torpe de un programa en pandemia, que hacía a diario, autoproclamándose como el gran salvador de la gente en Colombia, cuando la realidad que vivíamos en hospitales abarrotados, en unidades de cuidados intensivos y en morgues, superaban con mucho, lo que él con sofismas y engaños desvirtuaba, para presentarnos una situación totalmente distinta a la que vivíamos.
La economía se vino a pique, los puestos de trabajo se perdieron, la gente sufría las consecuencias, con familias abandonadas, poblaciones sin recursos sometidas a la más absurda y extrema de las pobrezas. Nos salía con los cuentos de una economía que estaba en crisis y necesitaba una reforma tributaria que terminó tumbando a su ministro Carrasquilla, mientras él dilapidaba miles de millones de pesos en viajes inútiles con aviones abarrotados de personas invitadas, áulicos que le servían para mantenerle ese ego inflado, alejado de la realidad que vivíamos, como si en este país no estuviera pasando nada grave.
Los beneficios durante su mandato fueron solo para los grandes empresarios y grupos de amigos, que recibieron sumas impensables, no cobro de impuestos, con ayudas que ellos no eran los que las necesitaban. Esa realidad de progresivo e imparable deterioro del Estado y su institucionalidad, era disimulada con discursos elocuentes, llenos de forma, pero carentes de fondo, en los que prometía de todo y no cumplía nada.
Los corruptos hicieron de este período el festín propicio para cometer los más despreciables delitos contra las arcas del erario, robando miles de millones, que no tienen justificación alguna, esos que solo quedan impunes en un país como este, en el que los entes de control y los encargados de investigar y judicializar a los usurpadores de los bienes públicos, se convirtieron por acción u omisión en entidades permisivas, donde los defraudadores del Estado sabían que terminarían impunes.
El número de asesinatos de líderes sociales y ciudadanos del común aumento en forma descontrolada, llegando a niveles que nos recordaban épocas de nuestra vida republicana. En medio de todo ese mal gobierno, fuimos testigos de excepción de actos cometidos contra los bienes públicos y contra la población en general, como nunca se habían visto en Colombia, haciendo una demostración de ineficiencia y cinismo en el manejo de la institucionalidad, con beneficios para pocos privilegiados y abandono de millones de compatriotas que se debaten en su cotidiano, en condiciones de desamparo inaceptables para cualquier país que se precie de democrático y eficiente. Estamos por cumplir con su partida, con el cese de la “horrible noche”, que ha representado su inexcusable falta de carácter, su absoluta indiferencia con los desposeídos. Nadie lo extrañará. Será recordado como el peor presidente que hayamos tendido en toda nuestra historia. Afortunadamente termina y lo hará saliendo por la puerta de atrás de la casa presidencial.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015