Flavio Restrepo Gómez


Comienza la recta final, que nos llevará a la elección de Presidente de la República. El 29 de mayo próximo serán las elecciones para nombrarlo. Quedaron 3 candidatos de distintas categorías y pelambres. Compartiendo con hombres y mujeres decentes y bien preparados, sobresalen dos negociantes inescrupulosos de la política, que quieren llegar al poder, porque saben que el negocio es muy “bueno”, deshonesto pero rentable. Por eso la falta de escrúpulos, la ausencia de programas y de ideas, ha sido la característica de esta campaña politiquera, que afortunadamente llegará a su final en pocas semanas.
Con esas elecciones terminará el cuatrienio de Iván Duque, un improvisado y mal preparado personaje, que ha ocupado la Presidencia con irracionalidad cínica y tontería sin límite, convertido en el peor mandatario que ha tenido Colombia en toda su historia. Tan malo, que le gana de lejos al que parecía insuperable, Andrés Pastrana. Parece imposible de superar, pero no es cierto. Tenemos dos pelagatos, que van a mostrar que en Colombia todo puede ser peor.
Tenemos una mayoría de medios de comunicación, que son simples estafetas del establecimiento, con noticias falsas, desinformación, defensa de la “montonera”, fanáticos de los que adulan a los que les esconden todo. Atacan antidemocráticamente y sin ética al que no es de su gusto, convirtiendo el arte de informar en un vil negocio, en el cual dicen mentiras y verdades a medias; estigmatizan candidatos, elevan a la cúspide otros que son mediocres y representan el continuismo, de un país que vive los horrores de unas castas políticas, que convirtieron el arte de la política en un vil negocio, enriqueciéndose con dinero mal habido, defraudando el erario, negociando contratos por porcentajes previamente establecidos, que causan vergüenza y triplican el valor de lo que realmente se hace.
Como si eso fuera poco, las manifestaciones de inconformidad son infiltradas por desinformación y fraude de la Registraduría, que incita a hacer de la política un acto de vandalismo y terror, en un país en el que el poder de las instituciones al servicio del establecimiento tiene pocos retenes y controles, convencidos de que con violencia y miedo pueden frenar el cambio que Colombia reclama a gritos.
Por supuesto, aquí no se cumple y no tiene importancia. Las entidades y los burócratas intocables de los entes de control se convirtieron en aliadas de aquellos a quienes tienen que controlar; les importa poco el deterioro institucional, los índices de pobreza que tenemos, la escasez de productos básicos que hoy son importados o vendidos a precios que se han triplicado en este gobierno, en el que los únicos que tienen sus ingresos seguros son los políticos, sus seguidores fanáticos, los representantes de las distintas organizaciones que la Constitución previó para fines distintos a los que cumplen.
La compra venta de votos está a la orden del día, con maniobras muy bien elaboradas un genio de la trampa de apellido Vega, que gasta miles de millones, por el voto cautivo de aquellos que después de votar van a comerse un fiambre y a recibir su miserable pago. Serán olvidados otros cuatro años, cuando volverán a ser tenidos en cuenta, para poder manipularlos a su antojo, sin que pase nada, porque los que los controlan, no controlan nada; los que los investigan, archivan rápidamente los prontuarios, para que tengan el feliz final del vencimiento de términos, que es en este país, la más grande y grotesca de las formas de administrar justicia, sancionar a los que lo defraudan y engañan a diario.
Tenemos que llegar al #DíaSinIVÁn lo más pronto posible, para comenzar a poner la lupa en los políticos y sus paraísos fiscales, en los testaferros enriquecidos de la nada, en las empresas creadas para esconder dineros robados, en las que son de fachada, en los intermediarios de tanta deshonra y malversación de fondos del Estado.
Solo una Colombia despierta y consciente puede detenerlos. En sus manos, votando a conciencia y bien, está el acabarles ese negocio sucio.
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