Flavio Restrepo Gómez


Exportamos el mejor café del mundo. Producimos las más bellas esmeraldas. Refinan en nuestro país la mayor cantidad de cocaína. Tenemos extensiones que crecen diariamente para cultivos ilícitos, porque no hay políticas serias de sustitución de cultivos que sean eficaces con medidas de protección para los campesinos. Nos ufanamos por poco, cuando producimos noticias que son vergüenza en todo el mundo.
Como si ese panorama desolador no fuera suficiente, tenemos un gobierno con mucha pantalla y propaganda, sin tener soluciones eficaces para los problemas que nos afectan. Los que nos gobiernan, presidencia, vicepresidencia, cancillería, ministerios, congresistas, con contadas excepciones, no están preocupados por el bienestar general, privilegiando descaradamente el particular, para dejar claro que el manejo público es ineficiente, engorroso, extremadamente corrupto y cínicamente complaciente con la ilegalidad y la malversación de los dineros del erario.
Todos los días sale a flote un escándalo mayor, que paradójicamente tiene menos repercusiones en el control, fiscalización, investigación y judicialización de los “mercenarios” de la administración pública. Con algunas excepciones, los medios no guardan su independencia, utilizan mal su poder, presentando la realidad como no es, para darnos la sensación de que estamos bien, que todo este bajo control, cuando se ha perdido la autoridad de todo. Vivimos en un desacreditado país tercermundista lleno de corrupción y de corruptos.
En medio de esta situación de desesperanza y desolación, se vuelve noticia importante que un expresidente cite a su finca a la Comisión de la verdad y que de entrada diga que no la reconoce como legal, permita que su hijo insulte a una de las personas en la reunión mandándola a “comerse una mierda”, como si ese acto casi demencial, no espontáneo, más bien fríamente calculado, fuera una gran demostración de civilización y respeto a las personas y a las instituciones.
Vivimos una especie de realidad macondiana, en la que todo lo siniestro y oscuro, lo inimaginable y fantástico, se vuelve una realidad aterradoramente cruda, que enfrentamos con pocas medidas que le pongan freno. Eso sin contar que se adueñan, sin ruborizarse, con el poder económico que consiguen porque roban y desangran a diario las arcas del Estado, para dejar convertido en un lodazal el sitio sobre el cual levantan sus endebles cimientos de poder.
Para esos personajes perversos que conforman la policlase corrupta de Colombia los castigos son irrisorios, cuando los reciben; tienen beneficios no comunes a otros ciudadanos, violando groseramente la Constitución y las leyes. Todo eso lo pueden hacer porque no tienen retenes que los paren, ni asomos de tener una dignidad sobre los que apuntalen sus inmerecidos puestos burocráticos, convirtiendo la función pública, noble por su naturaleza, en un verdadero pozo séptico, que produce nauseas y vergüenza. A ellos no les importa, continúan con sus demostraciones de poder, para seguir destruyendo esta república, convertida por ellos en una cueva de Alibabá, con sus incontables ladrones.
La alcaldesa de Bogotá, con su compañera sentimental, que no es ni angelical, ni lozana, malbaratan dineros públicos, difaman sin rubor a los contradictores, en una alianza que no es verde, pero es biche, demostrando un completo olvido por el origen de sus raíces cuando tratan a los que son como fueron ellas, de un estrato en el que pululan las injusticias, las necesidades no atendidas y las carencias de lo elemental para vivir con dignidad y sin afugias.
Como nada de eso es suficiente, entonces tenemos el espectáculo grotesco y vulgar, cínico por decir lo menos, de una vicepresidenta reclamando una defensa férrea de mercenarios y matones, que fueron a otro país, Haití, para asesinar a su presidente y robarse su dinero, como si se tratara de encomiendas normales, de las que creían podrían salir bien librados.
Ya es bastante con despilfarrar los dineros públicos en una economía naranja que no ha demostrado beneficios, como para tener el descaro de pagar dinero salido de nuestros impuestos, para asumir la defensa de delincuentes mayores que actúan allende las fronteras, demostrando una preocupación que solo demuestra el interés por mantener en silencio, algo que todavía no sabemos, sobre la realidad del magnicidio.
Colombia no resiste más ese manejo cínico e ineficiente que le dan a los problemas las castas políticas enquistadas en el poder. Actos políticos vergonzosos que nos tienen como parias en el mundo entero.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015