Flavio Restrepo Gómez


La politiquería en Colombia es un una actividad sombría, degradante, indigna, indecente, despreciable, corrompida e impunemente vergonzosa. La mayoría de los que han llegado a ella, independiente de las maniobras que hayan hecho para lograrlo, son personas de bajísimo perfil personal, escasa autocrítica y falta adquirida o congénita de ética, valor que para ellos es inexistente. Casi podemos decir, aplicado a la política, lo que decía un abogado sin escrúpulos, insultando la noble profesión del Derecho, que la política “no tiene nada que ver con la ética”.
No les falta razón a los que eso piensan sobre la política, el derecho y todas las profesiones, en un país en el cual los valores que son la piedra fundamental sobre la que se levantan las artes nobles, han sido cambiados por peanas endebles, sobre los que ahora desmoronan el ejercicio de sus profesiones, profanando lo que debía ser rigurosamente cumplido y seguido en esos quehaceres humanos; esos de los que dependen por sus decisiones las mayorías, que atónitas y paralizadas, dan testimonio mudo de la violación de todos los principios y de todos los valores, sobre los que ahora están levantadas esas actividades, para hacer común la desgracia y pestilencia de nuestras instituciones.
No quiere decir que la política sea un arte indecente y ruin. No, lo que quiere decir es que la mayoría de los que la ejercen carecen por completo de retenes, son personas sin honor y sin vergüenza, que se burlan a diario del ciudadano que los eligió y de la sociedad en la que actúan, mayordomos que se adueñaron del predio, sin que alguien se los impida. Las entidades que tenemos establecidas, para que en ellas actúen quienes los puedan vigilar de verdad y sancionar ejemplarmente, han sido permeadas por el poder insaciable y sin freno que tienen esos caciques carentes de dignidad, hasta ponerlas a su servicio y quitarles las razones de ser de su existencia.
Arturo Char Chaljub es un político de Barranquilla que ocupa una curul en el Senado de la República. Conocido entre sus allegados y “votocautivos” como cantante; fue presidente del equipo de fútbol Junior. Es hijo de Fuad Char Abdala, un viejo cacique político de la Costa, dueño de los supermercados Olímpica con todas sus actividades, uno solo de los muchos negocios que tiene, con los que ha logrado manipular la política de esa región a su antojo, sin recato alguno, con una codicia que no tiene límites. Su hijo no podía ser distinto. Le heredó no solo sus habilidades, sino su sed insaciable, su gula sin límites por el poder.
Son los intocables de un partido político que es una vergüenza. El autoproclamado Cambio Radical, fundado entre otros por su padre, del que hacen parte no pocos corruptos de alto vuelo. Arturo Char logró aplazar la citación de la CSJ, para escucharlo en versión libre sobre el entramado de corrupción conocido como “la Casa Blanca”, en el que participó y por el cual ya se condenó a Aida Merlano. Por los mismos hechos están investigando a Julio Gerlein y Lilibeth Llinás. Además la CSJ lo investiga por su supuesta participación en la fuga de la excongresista Merlano.
En fin, haciendo parte de la policlase más corrupta de Colombia, sentado en el recinto del Congreso, se encuentra un sujeto que en cualquier democracia decente no sería candidato a la Presidencia del Senado, ni estaría ocupando la curul que ostenta. Pero en esta “Polombia” sin valores y con políticos sin vergüenza alguna, todo es posible. Ellos saben que en esta república bananera pueden hacer lo que a bien tengan, sin que les pase nada, porque son una casta de privilegiados llenos de dinero, pero sin escrúpulos y sin honor.
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