Flavio Restrepo Gómez


“Nunca dudes que un pequeño grupo
de ciudadanos pensantes y comprometidos
puedan cambiar el mundo.
De hecho son los únicos que lo han logrado”.
Margaret Mead
Enfrentamos nuevos paradigmas en el manejo del Estado. Es una realidad que el país dio un giro en dirección contraria a esa repetición de pésimos gobernantes, funcionarios corruptos, entidades de control que hacen todo lo contrario de la razón para la que fueron creadas. Eso se debe al hecho incuestionable de saber que hemos sido gobernados por corruptos de todos los calibres, de funcionarios inescrupulosos, sin ética, enriquecidos con dineros públicos que con esfuerzo pagan los contribuyentes, mal usados para desviarlos, robarlos o desaparecerlos, una actividad en la que son expertos. Se han sofisticado a tal punto, que hoy pasan desapercibidos, son difíciles de rastrear, casi imposible de encontrar, para que puedan ser
judicializados y castigarlos con todo el peso de la ley.
Pero en la vida todo tiene un principio y un final. No podíamos ser la excepción. Después de mucho tiempo de una política desastrosa, pero especialmente la de los últimos 40 años, en la que vivimos el subdesarrollo y la injusticia, con gobiernos ind centes, ladrones y sin vergüenza, podemos al fin tener la esperanza de entrar en un período difícil, que marcará el comienzo, si lo aprovechan bien, lo hacen con decencia y honorabilidad, para cambiar la manera en que hemos sido gobernados por los presidentes, políticos, mayoría de congresistas, gobernadores, alcaldes, ediles y concejales que hemos tenido, con sus mecenas indecentes, enriquecidos sin pudor, con gula impune, para desgracia de una nación entera.
Estamos a un mes de hacer algarabía con el fin del más inútil, tonto, indecente e inescrupuloso de los presidentes que hayamos tenido, Iván Duque Márquez, que pasó acabando con lo poco que nos quedaba de institucionalidad honesta, embadurnando todo, con el jugo podrido de su “economía naranja”, en la cual se beneficiaron del jugo él y sus amigos, dejando para los colombianos las cáscaras podridas y tiradas de lo que ha sido el gobierno más derrochador, deshonesto y ladrón que ha tenido nuestra historia.
La política se reescribe a diario, las páginas hay que pasarlas, pero la del títere Duque seguirá siendo conocida, cuando las autoridades sean capaces, tengan agallas y determinación para investigarlo, judicializarlo, buscarle las cuevas en las que c mo Alí Baba y sus 40 ladrones, guardan las fortunas a las que se hicieron, tomando para sí, billones de pesos del Estado, que era dinero de todos los colombianos. El improvisado aprendiz fue inferior al desafió que le pusieron, cuando con cuestionadas trampas de la Registraduría, ganó la elección, que lo llevaría a usurpar cínicamente la casa de Bolívar.
Tendrá que quedarse un año, sin poder salir si no tiene permiso, para que revisemos su actuación y felonía, su desbarajustada administración del Estado, sus mentiras reproducidas por los áulicos que tiene en los medios de comunicación, que rec ben pagos por desinformar, desvirtuando el oficio del periodismo, que está para investigar, informar y denunciar, sin selecciones amañadas, con las que engañan a la población.
Tenemos la esperanza de comenzar a construir los cimientos de una sociedad justa, honesta, trabajadora y productiva, incentivando campesinos y agricultores, para que puedan vivir dignamente con lo que producen a diario, sin ser despojados, ni abandonar sus tierras, por causa de una violencia que llega a limites inadmisibles en cualquier país del mundo.
El futuro de Colombia está en el campo, recuperando millones de hectáreas ocupadas como despojo o baldío, para una ganadería extensiva, cultivos ilícitos y una explotación irracional del subsuelo, para encontrar petróleo, convertido en el más devastador de los negocios, con el desvío de afluentes de agua, junto a la minería extensiva, y los monocultivos que deterioran y vuelven áridas, tierras que antes fueron productivas. Tenemos que volver a revitalizar la vocación agrícola de esta tierra llena de riqueza, prohibiendo la importación de lo que aquí se pueda producir, o poniéndoles aranceles tan altos que hagan poco atractivo traerlos de fuera.
Pero lo más importante, estamos ante la oportunidad de comenzar a construir una Colombia incluyente, donde no mueran niños de hambre y sed, con comunidades que tengan oportunidad de acceder a la educación, como instrumento fundamental para edificar un país cimentado en pilares sólidos, donde saber sea más importante que tener, creando fuentes de oportun dades de trabajo y emprendimiento. Estamos por comenzar un rumbo nuevo y esperanzador que nos saque de este atraso que no le importe a muchos.
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