Flavio Restrepo Gómez


Tenemos para las próximas elecciones precandidatos de todas las categorías. Unos bien preparados, otros medianamente informados, no pocos ignorantes y muchos de relleno. Esas son entre otras algunas características propias a la desvencijada y maltratada democracia en que vivimos. No hay remedio, al menos por ahora, para cambiar. El orden Constitucional que ha sido deformado, así lo permite.
Sabemos que en la lucha por el voto y el apoyo popular, solo hay 3 o 4 que tienen alguna importancia electoral, aunque la mayoría carezca por completo o no tenga ninguna formación política que los respalde. Se amontonaron para presentarse al juego de ser elegidos. Lo hacen porque solo uno tiene programas claros y entendibles, dos incomprensibles o carentes de peso, otro maquiavélico e interesado. Los demás representan lo que no es la política como arte, oficio al que le quitan todos los cimientos de las mal llamadas “ciencias políticas”.
Para la lucha preelectoral usan toda clase de argumentos, han vuelto añicos la ética, no tienen límites, inventan cuentos de cosas que no fueron y no son, como reales para el desprevenido elector o para el fanático. Han sido determinantes en nuestro pasado político. No hay límite alguno; la decencia es una virtud perdida, la congruencia de las propuestas solo se le ven a uno, la irracionalidad y la politiquería a varios, las artimañas tramposas a los otros.
Unen preferencias políticas con creencias religiosas, convirtiendo el proceso de precandidaturas en una feria, con la que explotan lo mas débil que tiene el ser humano, que son sus creencias espirituales, para que los candidatos puedan jugar con esas convicciones en política, mezclando política y religión, lo que se convierte en una bomba explosiva, con la que dañan todos los principios en los que se levanta el andamiaje de gobernar y ser gobernados. Eso mal utilizando las creencias personales, que son individuales, interiores, respetables y exclusivas, para usarlas en el juego de entregar el encargo del poder a otros, que no cumplirán las encomiendas de los electores, sabiendo que después de elegidos, los aplastarán sin consideración alguna.
En ese juego lleno de artimañas, mentiras, falsas promesas, verdades a medias y mentiras completas, se han concentrado la gran mayoría de las propuestas y aspiraciones que tienen las 8 fórmulas de precandidatos que tenemos en un tarjetón, lleno de colores, fotografías, apodos, nombres y logotipos, que dicen tener importancia electoral en Colombia. Por eso no es raro que tengamos a una precandidata, que alguna vez participó en el parlamento, desafortunada y cruelmente secuestrada, pero que, con ese horror vivido, quedó con el disco cerebral dañado, con evidentes alteraciones de la personalidad, que aunque comprensibles, no justifican el que hoy quiera jugar a la política, para hacer un papelón de acrisolada, que no fue, ni es, solo porque con eso puede causar mas desorden del que tenemos en estas nuevas batallas electorales.
Gran parte de la información que la gente tiene está manipulada por los distorsionadores de la prensa; los mentirosos, pero muy efectivos tramposos comentaristas de la radio y la televisión, que aunque son grotescos desinformadores, abundan en este país; son los que deforman la verdad por un precio, un interés particular que los mueve, sin que les importe la falta de ética y rigurosidad a la que están obligados, en el ejercicio del noble arte del periodismo, convertido por personas como esas, en un antro de “proxenetismo y prostitución informática.
La campaña entra en su recta final, con un paisa, “pirobo”, hablador de “popo”, de Coalición Equipo por Colombia, mandadero de clanes que lo respaldan, pero niega sin pudor. Un matemático ballenero, desgastado, sin peso político, que no tiene el Centro de la Esperanza. Un charlatán enriquecido con trampas, que quiere extender su negocio hasta donde de la Liga. Una Salvación Nacional, con inquisidores y lapidarios. Verdes que no maduran. Pipas de Oxigeno, que mueren asfixiadas. Un partido Colombia Piensa en Grande con gente de pensamiento chiquito.
Nos quieren meter miedo con una supuesta izquierda del Pacto Histórico, cuando hemos sido manejados siempre por la muy siniestra derecha. No podemos esperar más de lo mismo. Tenemos que cambiar, o a este país se lo lleva el imputado de Salgar, para los baldíos del infierno del Ubérrimo.
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