Flavio Restrepo Gómez


Hoy es 7 de enero de 2021, un año nuevo que arrastra todo lo viejo. No quedaron atrás los problemas sociales, ni se hizo realidad la posibilidad de un país mejor y más justo. Se arrastran todos los problemas del año que terminó, sin soluciones reales que den fin a este modo de vivir al que, acostumbrados, nadie se opone de verdad. Todos creen piamente en que aumentarán las injusticias, se harán más hondas las diferencias, se verán mayores injusticias, muchas más profundas las irreconciliables e inaceptables abismos de clases.
Nadie está interesado en que el establecimiento cambie. A nadie le interesa perder los privilegios que tienen las minorías, esos que los alejan cada día más de la realidad cruda en que se vive. Todo eso, porque se carece de conciencia colectiva, no se tiene cimentado el valor del bienestar como una posibilidad para todos. Sigue esta tormenta que se enfrenta con pocos recursos, absoluta falta de solidaridad y carencia total de principios humanos, que permitan hacer una sociedad menos desigual y más justa.
Mientras esto sucede, el país se derrumba a nuestro alrededor, sin que se vean verdaderos movimientos que presagien la determinación que tiene la gente de unirse para buscar alternativas distintas, sin el protagonismo de los violentos y de los que, desde la legalidad institucional, responden con una violencia más fuerte. Se vive una situación de desesperanza generalizada, pandémica, casi unánime, atizada por los que dirigen el rumbo y determinan el destino de este país.
Estamos en una parodia de república que no cumple con la obligación de generar bienestar colectivo, sigue anclada en el pasado azaroso que siempre la ha caracterizado, con una violencia que no es enfrentada con determinación, una desigualdad que se hace todos los días más profunda; con una falta absoluta de justicia, solidaridad y principios democráticos, que se vean reflejados en el bienestar de todos los ciudadanos, que hacen de este rincón del mundo un verdadero infierno, en el cual es difícil vivir sin sentir vergüenza por las realidades que se han convertido en norma de vida y en política pública.
Millones de personas aglomeradas en ciudades que se han vuelto inhóspitas y poco amigables con el medio ambiente; monumentos al cemento, al asbesto y al asfalto, con los que muchos creen se mide el progreso, sin que importen las condiciones de vida, ni la penuria, carencia, pobreza, miseria, estrechez y necesidad que vive la gente; tampoco las distancias, la falta de transporte, los afanes, las aglomeraciones, el desempleo; la falta de una educación que sea universal y no privilegio de pocos; la falta de acceso a la salud, con un sistema que es una vergüenza, preocupado por los rendimientos económicos y no por brindar servicios de manera universal, sin discriminación alguna, sabiendo que es una necesidad básica, que no tiene por qué estar en manos de particulares y no manejada por el Estado como una obligación que no puede entregarse a terceros.
Hoy es 7 de enero de 2021. Nada dice que todo tiene que seguir igual. Nadie puede impedir que comience la movilización de las mayorías, en forma pacífica, sin desmanes y sin infiltrados violentos, muchos de ellos al servicio del gobierno, para hacer evidente el nivel de desigualdad, la no aceptación de este remedo de democracia, el rechazo a esta falta de políticas que tengan como principio hacer realidad esa párrafo que inicia nuestra Carta Magna y que afirma que somos un “Estado Social de Derecho”, seguido de muchos artículos en los que se habla de igualdad, de respeto, de tolerancia, de no discriminación, de justicia, de equidad de oportunidades.
Solo tomando conciencia de esta realidad que vivimos, de esa deshonra en que se convirtió el manejo de lo público, podremos tomar la decisión de enfrentarlos y vencerlos en las urnas, para acabar con esta clase dirigente que no tienen vergüenza, ni escrúpulos, ni honor. Tenemos que encontrarle salida de manera legal a esta dictadura de minorías privilegiadas y deshonestas, para mandarlos a la calle y judicializarlos sin privilegios de casas fiscales o guarniciones, donde se burlan de todos los colombianos.
Tenemos que hacer posible el sueño de una Colombia mejor para todos.
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