Fernando-Alonso Ramírez


No sé desde cuándo tomé el hábito de la lectura como una disciplina. Ya perdí la cuenta, pero claramente la culpa es de mis papás. Esta semana vinieron a Manizales desde la República Independiente de Pensilvania después de largas semanas sin vernos y llegué cargado de libros para que les metan ojo. Ellos a su vez me recomendaron otros tantos, uno de Padura, los de la Comisión de la Verdad...
Mi casa de la niñez y adolescencia era extraña para mis amigos porque tenía un cuarto reservado para biblioteca, pero bastante que este cuarto salvó a varios porque encontrábamos las respuestas para las tareas del colegio y luego fue sitio de tertulia alrededor de la música que también era otro placer de mis padres.
Tengo el hábito de leer todo lo que cae en mis manos, desde las etiquetas de cuanto producto hay hasta los que parecen los mamotretos más espeluznantes. El agravante es que tengo que llegar hasta el final, así la lectura sea mala o pesada o de puntaje pequeño, pero es que no puedo abanadonarla. Debe haber algo defectuoso en mí, porque defiendo el derecho del lector a dejar tirado el libro en la página que le dé la gana si no lo llena. Como en tantas cosas, no por defenderlo tengo que estar obligado a acatarlo.
Parafraseando el tango, género que tanto disfruto también por herencia de mi papá y porque siempre me lleva a Pensilvania, “leer es un placer, genial, sensual…” porque me armo la película.
Puedo construir en mi mente la idea de quién es ese hombre al que le gusta correr y deja una memoria con una especie de diario y se pierde del mapa, como en el libro que presentaré en la Feria de la próxima semana de Antonio María Flórez (El hombre que corría en el parque, jueves 4:00 p.m.). O repasar después de un cuarto de siglo esa Casa Rosada de la Manizales del futuro, de la que hablaré con Orlando Mejía Rivera 25 años después (viernes 5:00 p.m.).
Pero como buen lector soy, también me he dado cuenta de lo temeroso que soy para publicar cualquier cosa que no sea periodismo. Así como se me acumulan torres de libros para leer, se me acumulan escritos que envejecen inéditos y, peor aún, se me quedan pendientes ideas que considero buenas para nuevos escritos. Si leer es un placer, publicar es pánico puro. Hay tanta gente escribiendo cosas impresionantes como para uno intentarlo. Por fortuna, y para la buena salud del libro, hay mucho valiente que sigue adelante con sus obras. 39 autopublicaciones lo confirmarán en la Feria del Libro de Manizales de la próxima semana, que se suman a las obras de los caldenses más reconocidos que imprimen con editoriales independientes o grandes. En cada libro, una oportunidad para que hablemos de él, del oficio del escribidor, del leitmotiv que hace que alguien decida sentarse al frente del computador y empezar a teclear letras que se convierten en palabras, palabras que se convierten en oraciones, oraciones que se convierten en párrafos y párrafos que terminan en capítulos. Al final un libro, ese impresionante elemento que moviliza la imaginación, que nos permite saborear las posibilidades de los otros, o incluso las nuestras.
Me perdí, siempre es mi problema con lo que escribo. Para un periodista como yo, que está más a cargo de mostrar a otros el camino de la escritura en mi calidad de editor, cuesta mucho decirles a ustedes, mis fieles y amables lectores, que por primera vez me lancé al ruedo a publicar un libro todo de mi autoría. Porque como en el tango, todo está en los tangos, “…el viajero que huye tarde o temprano detiene su andar”.
Este libro era una deuda que tenía y llegó el momento de pagarla, más que un libro mío, es una compilación de todo lo que han hecho decenas de personas para mantener viva la memoria de Orlando Sierra Hernández, nuestro subdirector asesinado hace 20 años, 6 meses y 12 días por el poder político sicarial de este departamento, que era comandado desde la Presidencia del Directorio del Partido Liberal, la misma Presidencia que ahora ocupada por otro exportó nuestras vergüenzas, el Robo a Caldas en modelo de Marionetas por el país.
Para hablar de Cogito, ergo ¡Pum! Un homenaje a Orlando Sierra, el bueno de Camilo Vallejo aceptó el reto de intentar hacerme hablar. La cita es el próximo viernes a las 3:00 p.m. en el Rogelio Salmona, los espero para que #HablemosDeLibros, pero ojalá de los de otros. Por eso vayan a la Feria, escuchen a los autores, compren sus obras, hagan que se las autografíen y aprovechemos para tertuliar y leer local. Porque leer es un placer, pero más placer se siente cuando la lectura se comparte con otros, en comunión.
Excusas a todos por hablar en este espacio de mi libro, pero realmente lo que quiero es hablar de Orlando, ese gran vacío en mi corazón y en la conciencia de Caldas.
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