Fernando-Alonso Ramírez


Al leer Cuaderno de París, de Pablo Montoya, recordé a John Berger y ese libro de pinturas en prosa titulado Fotocopias. El mapa del pintor, fotógrafo y escritor inglés es más amplio, pues se trata de descripciones de instantes, de encuentros con sitios o personajes, pero de una sutileza tal que al leer parece estar viendo una de esas lentas películas francesas en las que nada pasa, pero todo sucede. En las que al final uno no sabe a ciencia cierta si disfrutó o padeció.
El propio Montoya advierte que no es Berger el que lo inspiró a escribir esta serie de relatos, sino José Hierro y su Cuaderno de Nueva York, en el que narró algunas estampas de la llamada capital del mundo.
Por motivos seguramente editoriales Ediciones B decidió reimprimir el libro de Montoya, que fue escrito entre el 2000 y el 2002, pues era la oportunidad de aprovechar que hoy es un escritor afamado por cuenta del Premio Rómulo Gallegos que recibió en el 2015.
Son textos cortos en los que lentamente transcurre la vida del escritor, de sus encuentros con sitios y personajes, momentos apenas, de su vida en la cruda y siempre hermosa París. Una ciudad para él entrañable, pero difícil y al mismo tiempo adorable; su relación casi escatológica con sus calles y a la vez amorosa. Textos a veces muy íntimos y al tiempo tan compartibles. Habrá quién lo lea como una buena guía underground de París, tal como sucede en uno de los mejores relatos, en el que acompaña a una periodista que anda escribiendo esa guía turística que sorprende y causa terror, hasta al valiente de la palabra, Pablo, que prefiere huír que correr el riesgo de una noche de sorpresiva lujuria.
Debo confesarles que el mejor de los relatos, para mi gusto, fue el último. La página final me permitió ese encuentro con el narrador intenso que es Montoya y que demostró en Tríptico de la infamia. Allí, una confesión de amor.
Los cortos relatos anteriores a veces son tan crudos que no provocan; la sinceridad del autor es tan intensa que Sol, ese que se asoma al final, es todo un poema al amor, al romance y al sexo en esa ciudad para enamorarse que es París para algunos, o para suicidarse, que es París para otros.
Algunas frases que subrayé:
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