Fernando-Alonso Ramírez

Se habla de personajes de la historia que tenían la capacidad de insultar y trascender por sus apuntes demoledores. De ese grupo forman parte desde estadistas como Churchill hasta guerreristas como Laureano Gómez, intelectuales como Fernando Garavito (Juan Mosca) o personajes primarios como Hermógenes Maza.
Todos conocemos a esa persona que tiene a flor de labios una respuesta contundente con la que desarma a sus contertulios, el que en raptos de inteligencia y de repentismo saca a relucir su mayor mordacidad, aplaudida por muchos, pero sufrida por las víctimas del sarcasmo.
Juan Álvarez explora en Insulto algunos pasajes de la historia en los que interpreta que el insulto sirvió como una forma que funcionó en momentos históricos del país. No obstante, creo que no alcanza a ser una historia ni breve. Solo recogió algunos episodios, clave sí, pero muy insuficientes.
Advierte que no alcanza en esta obra a explorar el insulto como una posibilidad de discurso narrativo o del lenguaje, aunque podría intentarse. Así comenzó a crear su trabajo, que es profundo, semiológico y a veces un poco academicista. El ensayo se expande a veces en profundidades que pueden alejar a lectores curiosos que esperan una redacción más clara.
Entre los pasajes históricos escogidos cuenta el 20 de julio de 1810, los periodistas que crearon El Alacrán, medio de difusión y de insultación, muchedumbres escuchas en el que refiere que para defender al asesino del periodista Eudoro Galarza, Jorge Eliécer Gaitán insulta al pueblo, el mismo que saldría a las calles en manada al día siguiente para hacer respetar la memoria del líder asesinado; una mirada al padre Francisco Margallo que vivió de insultar y, por último, a José María Vargas Vila, como insultador profesional. Al final, infaltable en estos tiempos, un paso rápido por el insulto mediado por la redes sociales o en los foros de los medios de comunicación, en donde no pocas veces hiede, y en donde todos son potenciales insultadores o insultados.
Siempre he creído que el sentirse aludido, insultado, indignado tiene mucho más que ver con el receptor que con el emisor. Hay personas que aguantan todo y otros que no permiten nada. Por supuesto, en esa conducta los que menos aguantan son los que se consideran más insultados, porque se lo asumen, aun cuando no sea para ellos el fuego del verbo.
En frases
* Pensar desde el insulto es abrirse a las múltiples posibilidades del fracaso de la comunicación.
* La libertad de expresión en la prensa (…) acabó significando poco más que la exhibición de vanidades y obstinaciones.
* Defender a Cortés -asesino de Eudoro Galarza- significa también arremeter contra el temperamento del pueblo colombiano.
* Insultar es honrar con publicidad
* Destruir un discurso puede exigir presentarlo con nitidez
D E S T A C A D O
Siempre he creído que el sentirse aludido, insultado, indignado tiene mucho más que ver con el receptor que con el emisor.
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