Fernando-Alonso Ramírez

Acabo de leer este libro y me brinqué el orden de las reseñas, pues otros esperan pacientemente para que pueda escribir de ellos, pero dadas las circunstancias y acontecimientos de los últimos días en Manizales, me pareció oportuno hablar de una vez de Metrópolis - Una historia de la ciudad, el mayor invento de la humanidad.
Esta semana destaqué en Twitter una frase que trae este texto de Ben Wilson y que tiene todo que ver con la discusión reciente sobre si los caldenses merecen aeropuerto o ser cerebro de Colombia, que plantea en su mundo de blanco y negro el presidente, Gustavo Petro:
“La energía que hace funcionar la economía del siglo XXI procede de la conectividad: conexiones rápidas de internet y altas velocidades de descarga, así como de la capacidad de los aeropuertos; ambos factores determinan el acceso de una ciudad a los inestables y lucrativos flujos de conocimiento, gente, capital y datos".
Lo que quiere decir el autor en uno de los apartes finales de su libro es que no se trata de una cosa o de la otra, sino de ambas, conjugadas para continuar con el progreso de las ciudades y para lograr el objetivo de volverlas sostenibles. Y aquí nos quedamos en lo del aeropuerto, pero vale la pena echarle una mirada a nuestra pobre velocidad de internet.
La planeación de las ciudades es un tema que me apasiona desde que fui editor local en LA PATRIA y desde que me metí a ese grupo de pensamiento y de estudio informal que resultó ser Estoy con Manizales. Allí vimos modelos de ciudades de todo el mundo que han logrado romper los círculos viciosos que las agobiaban para convertirse en ejemplo mundial.
Por eso, me llamó la atención esta obra que parte de una visión histórica de las ciudades, desde las primeras urbes (Uruk, Acad, Ur, Harappa), pero que siempre conecta con la actualidad. Esa para mí es su mayor fortaleza. Es un ensayo largo que se empeña en demostrar que esa mirada bíblica que se conserva en torno a que las urbes son las babilonias pecadoras, las sodomas y gomorras, los antros de la perdición tiene mucho de fundamentalismo, porque no sevalora que también son los lugares de la innovación, de la creación, de la generación de la riqueza de los países, de la libertad y todo esto lo sustenta el autor con cifras duras.
Aprendí cosas interesantísimas como el concepto de “paradoja de la predación urbana" , que no es otra cosa, que las ciudades se han reconvertido en hábitats naturales de animales que antes vivían en ambientes más verdes, si se quiere. Y esto pasa porque la sobreabundancia de comida desperdiciada por los humanos hace que las especies más cazadoras den tregua a algunas más pequeñas y es así como los pájaros habitan más las ciudades porque los gatos se los comen menos. Hay ejemplos claros de cómo incluso la expectativa de vida de mamíferos en las ciudades es mayor dos o tres veces que en el bosque.
La resiliencia de las ciudades ha sido desmostrada muchas veces. Algunas que fueron arrasadas por guerras, por castástrofes naturales o por pestes vuelven a resurgir porque la gente se siente parte de ellas. Aprendí que por alguna razón los taxistas de Londres tienen más materia gris que el resto de la población de esa ciudad.
El libro arranca contándonos que se calcula que para el 2050 dos tercios de la humanidad vivirán en ciudades o que en China ya el 40% de la economía la generan tres megaciaudades y sus regiones. Ah, porque las regiones son clave, no se puede ser tan ruin de creer que solo se debe invertir en Manizales, porque justamente eso es lo que ha hecho que nuestra ciudad no haya sido una buena capital de departamento y así se ha ido angostando su geografía.
En Ámsterdam se prohibió en 1612 dañar los árboles porque los consideraban esenciales para el “aire fresco, la ornamentación y el disfrute". En Manizales, 410 años después un alcalde que se autodenomina adalid de las reservas naturales quiere acabar con el único espacio verde que queda en una comuna. Puede hacer algo para ubicarse en el lado correcto de la historia, pero no dice nada sobre el asunto.
Me lamento de ver que aún se sigue usando como ejemplo de una buena ciudad a Curitiba, en Brasil. Desde la primera Alcaldía de Germán Cardona se habla de ella aquí, firmamos un hermanmiento, pero de sus progresos, nada por estas breñas. Solo nos quedó la Torre del Saber, un homenaje al desperdicio presupuestal. Y anda del reciclaje, en esa ciudad donde se hay un ejemplo mundial de cambiar beneficios por reciclaje, como casas autoconstruidas o valeras para el transporte público, a cambio de recoger material reciclable. Manizales es una ciudad de un tamaño perfecto para montar proyectos ambiciosos, pero la mediocridad gobernante no deja.
Según el autor, la traba más difícil de superar hoy en las ciudades pasa por las barreras de la corrupción y la falta de sentido de la propiedad. Y por la falta de sentido común, anoto yo.
Subrayados
* Somos una especie adaptable, urbana, acostumbrada desde hace mucho a las presiones y las contingencias de la vida de la ciudad.
* La ciudad reconfigura nuestras conexiones cerebrales.
* Mucho antes de que existieran los países, los imperios o los reyes existieron las ciudades.
* El dinamismo de la ciudades es, en gran medida, el resultado de la continua afluencia de ideas, bienes y personas.
* Las ciudades son frágiles. Sin una inversión constante, sin renovación y civismo, su fragmentación se produce a una velocidad extraordinariamente rápida.
* Caminar es lo que hace que una ciudad sea vivible y sobre todo placentera.
* Mientras existan personas que amen su ciudad y la recuerden, esta sobrevivirá y resurgirá.
* Una ciudad inteligente no tiene simplemente miles de sensores y una infraestructura digital. Es un organismo diseñado para ofrecer un hábitat humano y natural resiliente.
* Está comprobado que las ciudades más pequeñas y compactas, construidas para las personas y no para los coches no solo son buenas para el medioamiente: también lo son para la gente.
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