Fernando-Alonso Ramírez

Me arrepentí pronto de haberle puesto el título que le puse a esta columna, porque el escritor Orlando Mejía Rivera no debería ya sorprender a nadie. Su capacidad para adentrarse en los vericuetos históricos y su profundidad ensayística nos la demuestra en cada nuevo texto. Si a esto se le suma que es un constante investigador, pues solo puede producir obras que atrapan a sus lectores, pero que no deberían sorprendernos.
Es fácil entender que después de haber producido dos libros eruditos sobre la historia de la medicina, la arcaica y la antigua, y de tener preparado el tercer volumen de esta serie, que parece ahondará en el medioevo y el Renacimiento, se entiende de dónde salen sus más recientes historias de ficción. Primero fue El enfermo de Abisinia, sobre Rimbaud, en el que propone una teoría que, como no puede probar, opta por la literatura, campo en el que sigue produciendo sin descanso, sobre una causa de muerte diferente a la sífilis que la historia ha querido atribuirle al poeta. Ahora llega El médico de Pérgamo, una ficción sobre el padre de la medicina moderna, Galeno, el griego que hizo de las suyas en Roma.
El libro, con el sello de la Universidad de Caldas, se presentó en la Feria del Libro de Manizales, igual que El desorden de Fleming y otros ensayos patobiográficos, de la Universidad Pontificia Bolivariana y la Editorial Eafit, de Medellín. En este opta por el ensayo para adentrarse en un asunto bien complejo, la serendipia en la ciencia y en la medicina, y llega a proponer su propia teoría.
Mejía Rivera escribe con una facilidad para los lectores ensayos de temas complejos, que son una lección para tantos investigadores que creen que para parecer inteligentes deben ser confusos. Nada más alejado de la realidad.
La investigación alimenta la ficción de Mejía Rivera, y él se cuida de hacer cada cosa diferente a la vez. En el libro de ensayos narra por ejemplo experiencias históricas de científicos que han encontrado respuesta a una inquietud o a una hipótesis en los sueños, como una pseudoserendipia inconsciente, y en El médico de Pérgamo en dos oportunidades su protagonista halla en el sueño la solución a sus problemas, uno de salud y otro un predicamento sobre su futuro al servicio del emperador Marco Aurelio, al que le atribuyen la entrada en barrena del imperio romano, al señalar a su inepto hijo, Cómodo, como su sucesor. Desde ahí todo fue a mal.
Plantea con importantes argumentos Mejía Rivera que existe una serendipia bibliográfica, que le permite a algún estudioso, porque esta no funciona si no se tiene la cabeza dispuesta a aceptar el azar, encontrar en los libros soluciones. Me atrevo a aventurar que su libro Dante o la medicina es resultado de uno de estas serendipias, pues de la documentación recopilada es que el autor propone que el autor florentino debió ser médico o haber estudiado medicina para entender las cosas que expresa en la Divina Comedia.
Después de hacer una amplia disquisición sobre las serendipias y sus formas, entra a las patobiografías sobre los males de algunos personajes. Mejía Rivera como médico internista va mucho más allá y se atreve a darnos su diagnóstico de cuáles fueron las causas reales de muerte de Rousseau, de Bolívar, de Mozart, de Darwin, de Van Gogh y de Núñez. En todas las páginas se atraviesan los dilemas éticos de los médicos, como el de Churchil. Por eso también vale la pena leer El desorden de Fleming. Y si lo suyo es la literatura, entonces arranque con la entretenida novela corta sobre Galeno, en la que aprendemos de historia y por ahí se resuelve a leer sus libros sobre el pasado de la medicina. Leálos y #Hablemos DeLibros.
De El médico de Pérgamo
* La fortaleza de nuestra voluntad y el poderoso instrumento de la razón son, a veces, frágiles armaduras frente a las tormentas de lo impredecible.
* Quienes trafican con el conocimiento de la naturaleza y la pasión ingenua de los jóvenes por la sabiduría no merecen ser maestros de nadie.
* Los libros siempre han sido mi salvación y mis tablas de la memoria espiritual.
De El desorden de Fleming
* El sentido estético de una hipótesis se encuentra relacionado íntimamente con su simpleza o sencillez.
* La Internet es una nueva y poderosa fuente de serendipias bibliográficas.
* Siempre nos cansamos primero de responder, antes que de preguntar.
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