Felipe Zuluaga Gutiérrez


En sus horas libres, Gustavo, un empresario colombiano, tenía en sus manos un libro de Esopo, filósofo de la Grecia antigua que narraba la fábula de una hormiguita y una cigarra. La primera trabajaba mucho para ahorrar para tiempos difíciles, y la segunda, decidió que solo quería vivir sabroso. Cuando llegaron tiempos difíciles, la cigarra no había guardado nada, y debió acudir donde la hormiguita a pedir ayuda, quien le recordó que la vida sabrosa la había escogido ella misma.
Pero cansado de la filosofía antigua, Gustavo quiso un cambio, y decidió leer otra cosa. Se encontró con el proyecto de reforma tributaria presentado ante el Congreso de la República, el cual no entendió mucho. Gustavo llamó a su contador, el Dr. Ocampo, a consultarle primero la razón por la cual el Gobierno quería subir impuestos.
- Para financiar la promesa de vivir sabroso, indicó el profesional.
- Bueno, pregunta Gustavo, ¿y esa reforma como me afectaría?
- Mira Gustavo, tu empresa está vendiendo al año $1.000 con un margen neto del 10%, es decir, le queda una utilidad anual de $100. Las acciones de tu compañía las estimo en unos $500, pues los expertos dicen que el valor de una empresa es unas cinco veces su utilidad (EBITDA). Si el proyecto es aprobado, deberás pagar lo siguiente:
1. Impuesto de Industria y Comercio. Tarifa 6%o. (Por mil) $6. 2. Impuesto sobre la Renta. Tarifa 35%. $35. 3. Impuesto a los dividendos. Tarifa 35%, sobre utilidad a distribuir (65 pesos a distribuir). $22,75. 4. Impuesto al Patrimonio. Tarifa 1% sobre el valor de las acciones. $5.
⁃ Lo anterior quiere decir que de cada $100 pesos que gana tu compañía, el Estado colombiano se llevaría $68,75.
Gustavo se exalta un poco, pero antes de que pueda decir algo, el Dr. Ocampo le advierte que aún no ha pagado el impuesto predial, el impuesto de vehículos, y que la mitad del 4 por mil no será deducible.
Preocupado, Gustavo consulta a su contador si es normal que el Estado se lleve casi el 70% de las utilidades, pues no le parece muy justo que un socio que no trabaje se lleve la mayor parte de las ganancias. El Dr. Ocampo cuenta a Gustavo que el promedio de la tasa de renta corporativa en países de la OCDE es del 22%, que muy pocos países desarrollados tienen actualmente el impuesto al patrimonio, y que pocos también gravan los dividendos, pues consideran que es una doble tributación.
Explica que los países desarrollados entienden que las empresas son el motor del desarrollo, y prefieren que estas paguen buenos salarios, para de esa manera imponer tributos a las personas naturales que los perciben.
Un poco perplejo, Gustavo vuelve a leer la moraleja de Esopo, pues no entiende porque en ella el autor da a entender que a la hormiguita su esfuerzo se le ve recompensado, pero la verdad a él, que trabaja todos los días, no le va tan bien como la cigarra. Luego de meditarlo un poco, se le prendió la velita. ¡Por supuesto, dijo!, Esopo no conocía los impuestos, y nunca hubiera pensado que un Gobierno pudiera invertir los valores, llevando a concluir que es mejor ser cigarra que hormiguita, solo para llegar al poder.
A raíz de ello, llama a su contador a darle las gracias por el servicio prestado, informándole que tomó la decisión de irse a vivir sabroso a un país donde las cigarras no vivan de las hormiguitas, no sin antes pedirle el favor al Dr. Ocampo que le agradece si les recuerda a los legisladores que el futuro de un país va más allá de los 4 años del Gobierno de turno.
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