Fanny Bernal Orozco


Fanny Bernal * fannybernalorozco@hotmail.com
Algunas personas confunden las palabras simpatía y empatía y hacen conjeturas ante el comportamiento de los demás, incluso se sienten identificadas con algunas de sus características. Cuando una persona está triste o se siente atrapada en un conflicto, quizás lo que más requiere es que le escuchen de manera respetuosa, ni siquiera que le aconsejen o le digan qué hacer.
Al respecto, un joven en consulta afirmaba los siguiente: ‘Quiero sentir la cercanía de una persona al lado mío, sin que me juzgue, me regañe, ni me diga cómo debo actuar. Solo saber que me acompaña y me acoge, esa por ahora, es mi necesidad’.
Según Rose Rosetree, “la verdadera empatía, es la experiencia de ‘realizar al otro’. Eso equivale a un conocimiento transpersonal, a ir más allá de los límites habituales, con el fin de explorar un modo de ser totalmente diferente”.
Lo anterior significa, asomarse al mundo de otros y conocer sus realidades más profundas, es lograr sincronicidad y validar sus emociones y sentimientos de manera compasiva y respetuosa.
Dice José Carlos Bermejo, que la empatía involucra tanto lo afectivo y emocional como lo cognitivo. La empatía entonces, es estar atentos a la manera como las otras personas piensan, expresan y sienten sus emociones. Es comprender sus ideas, es acompañar, acoger y conectarse con ellas de manera respetuosa. En esta cuestión, tiene un papel fundamental la capacidad para escuchar al otro sin interrumpir, sin poner ejemplos, sin dar consejos, ni sentar cátedra y, menos aún, sin minimizar la expresión emocional de quien está hablando.
A algunos individuos, se les hace muy difícil, acompañar a otras personas y es frecuente que aquellos expresen frases como:
- ‘Acuéstese ya’.
- ‘Deje de chillar y de quejarse’.
- ‘Deje dormir que todos tenemos que madrugar’.
- ‘Con lágrimas no resuelve nada’.
- ‘Usted cree pues que las lágrimas producen milagros’.
- ‘Hay cosas peores en la vida’.
- ‘Usted no es el único que ha pasado por eso’.
La empatía es pues, una habilidad social que ayuda a tener y mantener unas mejores relaciones con los demás seres humanos. Cuando esta se cultiva, fortalece los encuentros y afianza los lazos afectivos, sociales, familiares y laborales.
De otro lado, una persona simpática es aquella que con su manera de ser amable, encantadora, atenta, cordial, procura agradar a los demás. Siempre se esfuerza por causar una buena impresión. Estas condiciones le permiten acortar distancias y la hacen atractiva para las demás personas, en tanto que compartir con ellas, genera gusto y sensación de sosiego y tranquilidad.
Comenta una señora al respecto: ‘Cuando tengo que ir a tal oficina, siempre pienso: ¡qué bueno que estuviera X!. Ella me trata con amabilidad, siempre está dispuesta a ayudarme y sus instrucciones son precisas; mientras que la compañera de al lado, no saluda y ni siquiera levanta la mirada del computador’.
Las personas simpáticas dejan huella porque son atentas y siempre tienen una sonrisa a flor de labios, saludan y se despiden cordialmente, dos hábitos que son indispensables en el encuentro con los demás seres humanos. Quizás haya en el mundo diversos ejemplos de seres humanos simpáticos, no obstante una de las diferencias con la empatía es que no siempre una persona simpática se conecta emocionalmente con la persona que tiene a su lado. Hágase las siguientes preguntas:
- ¿Es usted una persona simpática?
- ¿Es empática?
- ¿Logra conjugar estas dos habilidades como una forma de tender puentes respetuosos y humanos con los demás?
* Psicóloga - Docente Universidad de Manizales.
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