Fanny Bernal Orozco

Seguro que todos han oído esta frase: ‘Más malo que el que le pega a la mamá’. Sin embargo, ese no sólo es un refrán de aquellos tan comunes en nuestro medio. Desafortunadamente, es una dura realidad que hace parte del día a día de madres y padres que viven bajo amenazas y con miedo de lo que los hijos les hagan. Los progenitores saben que pueden recibir desde gritos, insultos, humillaciones, hasta empujones, golpes, inclusive ser echados de sus casas y hasta asesinados.
Son madres y padres que no han sabido poner límites ante el maltrato y que creen que si lo hacen, pierden el afecto y el reconocimiento de los hijos. Su lugar como papás está desdibujado en la interacción familiar y no han sabido ejercer su autoridad o quizás no han tenido claras algunas pautas de crianza.
Una madre expresa:
- Mi hija de diez años, me ha pegado dos veces y también le ha pegado a los abuelitos. En este último año, mi vida y la de todos en la casa ha sido un infierno. Nunca pensé que tuviera que buscar ayuda.
Un padre cuenta:
- Mi hijo de 26 años me desafió a que saliéramos a la calle y que nos diéramos duro, que él no me tenía miedo, todo porque la mamá y yo le pedimos que se levantara de la cama y que ayudara en algo.
Muchas pueden ser las causas de sucesos como estos, por ejemplo: Inseguridad, baja autoestima, sobreprotección, pobre enseñanza de normas, valores y virtudes, poca tolerancia a la frustración, escasa empatía, falta de autocontrol, ansiedad, depresión, ausencia de regulación emocional, escaso arrepentimiento y culpa, maltrato escolar, consumo de alcohol u otras sustancias alucinógenas.
Estos hijos, se sienten y actúan como reyezuelos. Imponen, mandan, irrespetan de palabra y de hecho y quieren controlar todo y a todos, sin detenerse a pensar en el daño que generan.
Estos son hechos que no se cuentan, ni se denuncian por vergüenza al qué dirán, a la sanción social. Padres y abuelos quizás ignoran que lo adecuado es recibir ayuda profesional, tanto para el agresor como para la madre, el padre o el familiar maltratado. Así mismo, tienen y deben de saber, que tienen derecho a denunciar los hechos ante las autoridades.
Una mamá afirmó:
- 'Mi hija de 22 años me ha robado dinero. Lo ha hecho muchas veces para gastarlo en sus fiestas y con sus amistades’.
Al preguntarle si la había denunciado, respondió muy molesta que cómo se me ocurría. Y entonces, así viven muchos progenitores, incluso algunos ya mayores. Sus vidas emocionales, danzan entre el miedo, la amenaza y la incertidumbre.
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