Esteban Jaramillo
@estejaramillo
Juan Carlos Henao sigue siendo un ídolo para los manizaleños, con reconocimiento agradecido por su influencia indiscutida en la consecución de la estrella en la Copa Libertadores.
Pero, en su breve ejercicio político ha visitado el pabellón de los quemados, como otros tantos deportistas en el presente y el pasado, ovacionados en los escenarios deportivos y rechazados en las urnas.
Imposible separar la actividad política de la deportiva, porque en muchos casos la primera auspicia a la segunda lo que define una conexión; pero son actividades distintas, así desemboquen ambas en el fervor popular que nace de la pasión, de los intereses personales, del oportunismo o la demagogia.
Un político con aspiraciones debe reunir ciertos requisitos, diferentes a los de los futbolistas cuando buscan triunfos, títulos y glorias. Y Henao solo tuvo uno de ellos: "El reconocimiento del pueblo, pero careció de favorabilidad y confianza", dicen los expertos consultados.
Henao recibió un precario apoyo en las urnas, de quienes vibraron con él en los estadios. Prefirieron los votantes tomar otros rumbos, movidos por intereses diferentes o por la fidelidad al caudillaje. Siempre se intuyó que la política no es lo suyo. Que sus acrobáticas acciones en las canchas, no tienen analogía en el escenario público, donde se vio fuera de lugar, convertido en un instrumento de campaña.
Que, para colmo de males, fue zarandeado, entre otros, por uno de sus más fervientes seguidores en el fútbol, Juan Sebastián Gómez, jefe y fundador de la barra de holocausto, un político joven, pero de avanzada, con hoja de vida, recorrido, preparado culturalmente, con experiencia en el Concejo y en la Asamblea.
No solo presentando sus manos prodigiosas en el milagroso cierre de la Copa, como eslogan de campaña, se ganaba el favor popular. Era con trabajo, constancia, compromiso, ayuda del entramado político, e idoneidad.
En el fútbol y en la política escasean las ideas, los líderes y futbolistas inspiradores. Los méritos, con excepciones, pasaron a un segundo plano, lo que permite que cualquiera participe en una contienda electoral, sin la garantía de ganar, o que cualquiera sea futbolista. Henao inspiró, pero en el césped.
Henao debe volver a lo suyo donde el aplauso premia. Con los indescifrables, pero emotivos efectos del balón, viviendo la vida desde un penalti y desde su brillante trayectoria.
Como dice el refrán, "zapatero a tus zapatos".
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