Ernesto de Lima Le Franc


Desde que tengo uso de razón y a través de mi larga vida, he escuchado las reiteradas quejas de los líderes de nuestra comarca con respecto al trato inequitativo que ha recibido el Valle del Cauca por muchos gobiernos nacionales, al comparar los recursos asignados a este departamento con respecto a los que reciben otras regiones del país.
Desafortunadamente esa historia se repite año tras año, como lo pudimos leer recientemente en el diario El País. Allí aparecen las reclamaciones de algunos de nuestros más asiduos congresistas con respecto al incremento del 13% en los recursos adicionales que el Gobierno nacional le asignó al Valle del Cauca para el año 2021, con respecto al 2020, un porcentaje muy inferior al asignado a Antioquia que recibió un 61%. Esto sin incluir los recursos adicionales asignados a Bogotá y Medellín por los aportes de la Nación para los Sistemas Metro de esas ciudades que son de trece billones de pesos para el de la Bogotá y de $ 2,4 billones para el de Medellín.
No pretendo desconocer la importancia de las obras que se contemplan construir en otras regiones del país, pero sí me duele ver que el Estado parece tener preferencia por estas. Por ejemplo, desde hace décadas los gobiernos nos vienen prometiendo que se va a construir la doble calzada entre Jamundí y Popayán, y la que continua de esta última ciudad hasta la frontera con Ecuador, lo que permitiría reducir sensiblemente los costos del transporte de los productos que exportamos al único país con el cual tenemos un importante saldo favorable en nuestra balanza comercial.
Como lo mencioné en un artículo anterior, la actual carretera se construyó hace más de 80 años a raíz de la guerra con el Perú, con el objetivo de llegar hasta la frontera sur del país, pero pasando por todas las poblaciones allí existentes y no buscando el trayecto más corto y geológicamente más estable. Aunque a partir de 1975 se le hicieron importantes mejoras a esa vía, ampliándola y posteriormente asfaltándola, de todos modos resulta totalmente inadecuada para ser parte de la llamada Carretera Panamericana ¡pues es muy estrecha y plagada de curvas y fallas geológicas!
Si existiera una vía de doble calzada como la que está planeada desde hace varios años por el cauce de los ríos Timbío y Patía, los vehículos livianos podrían economizarse al menos dos horas en recorrer la distancia existente entre Popayán y Pasto, y los de carga aproximadamente tres.
Otra vía de gran importancia es la Mulalo-Loboguerrero que con solo 32 kilómetros de longitud recortará en 52 kilómetros la distancia entre el sur occidente del país y Buenaventura, generando grandes ahorros para los transportadores, pero después de más de cinco años de estudios, la ANLA aún no ha otorgado la licencia ambiental requerida para iniciar trabajos.
Es que todas nuestras obras parecen demorarse eternidades,como lo demuestra el Tunel de la Línea cuya construcción se demoró más de cien años desde que varias misiones extranjeras lo recomendaron como la obra más importante para mejorar la competitividad del país.
Por eso no dejo de preguntarme si lo aquí narrado no se deberá al hecho de que con excepción del connotado ingeniero manizaleño Germán Cardona, quien ocupó esa cartera por corto plazo, hace más de 50 años esta región del país no ha tenido un Ministro de Infraestructura.
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