Escribir de ciberseguridad me ha resultado bien interesante, tiene muchas aristas y hoy es parte de nuestra cotidianidad. Mi primera columna de esta serie estuvo inspirada en un relato de la vida real: una alumna me cuenta que su mamá, profesora de colegio, fue visitada en su salón virtual por intrusos que bombardearon el espacio con pornografía.
Otra historia más cercana. Mi sobrina a sus 13 años fue añadida a un grupo internacional de Whatsapp, contacto originado por un ‘amigo’ de TikTok. La cosa se frenó a tiempo, parecía ser un caso de grooming, es decir, adultos acercándose a niños con fines non sanctos.
Hace un par de semanas, una amiga recibió una video llamada de un número desconocido. Al contestar aparece en pantalla un hombre desnudo de la cintura para abajo, masturbándose. Ella cuelga inmediatamente, pero le insisten en la llamada hasta que reporta y bloquea el número. Es una pesca milagrosa a ver quién cae. El objetivo: fotografiar a la persona ‘consumiendo pornografía’ para luego extorsionarla, un claro caso de ciberextorsión que en muchos casos proviene de las cárceles.
El mismo origen tienen los mensajes de texto que anuncian que uno es el feliz ganador de muchos millones. Desconfíen de todo lo que parezca ser maravilloso. Recuerden el dicho de las abuelas, “De eso tan bueno no dan tanto”.
Hay más historias. Un amigo que vive en EE.UU. me contactó por Messenger, me dijo que llegaba al país y necesitaba de mi ayuda con sus maletas. El cuento me olió mal desde el saludo y le hice un par de preguntas para revalidar. Ahí supe que era un caso de suplantación de identidad y lo reporté inmediatamente. Facebook, con un simple formulario, pide que seleccione de la lista de amigos a la víctima de suplantación, siguen el contacto con ella para protegerla y bloquean al suplantador. Hacerlo es realmente sencillo. Más importante, es nuestro deber.
Después de estos ejemplos les dejo algunos consejos generales de protección: hay que mantener el antivirus actualizado, los perfiles de redes sociales privados, no conectar con extraños, usar contraseñas seguras, bloquear usuarios que envíen mensajes inapropiados y guardar todo lo que se considere prueba de ciberacoso.
En caso de conectarse a una red de wifi pública, eviten hacer transacciones bancarias y otras operaciones sensibles.
Bajo ninguna circunstancia hagan clic en un enlace que parece promisorio. Vayan hasta el navegador y escriban la dirección que desean visitar. Con esto previene el phising o la suplantación de identidad, este consejo aplica para enlaces que llegan al correo o al Whatsapp, método bastante frecuente para robar claves.
Particularmente en cuanto a Whatsapp se refiere activen la verificación en dos pasos y proporcionen un e-mail en caso de que olviden su PIN. Si reciben un correo electrónico para restablecer el PIN o el código de registro, pero no hicieron esta solicitud, no hagan clic en el enlace, seguramente alguien está intentando acceder a su número de teléfono en WhatsApp.
Revisen con detenimiento las opciones de configuración y visibilidad de información y bloqueen la posibilidad de que un extraño lo añada a grupos, con esto se previene la inclusión súbita en grupos pornográficos, entre otros.
Así como cuidamos la casa de los ladrones, cuidemos nuestros dispositivos y cuentas digitales de los ciberdelincuentes. Recuerden que la alfabetización digital es el camino, así que les recomiendo que revisen ‘Sé genial en internet’, un repositorio de recursos de seguridad digital para familias (https://cutt.ly/LxDYP9I).
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