Hace dos semanas la Orquesta Sinfónica de Caldas (OSC), la orquesta de todos, como dice su slogan, nos deleitó con la quinta sinfonía de Gustav Malher. Haber interpretado impecablemente esta obra, representa un hito por la complejidad de la misma y por ser una de las más apreciadas en el mundo. En Colombia solo la han presentado grandes orquestas en Bogotá y Medellín.
Esta requiere mínimo 100 músicos, así que fue necesario traer invitados de todo el país, pues la OSC solo cuenta con 53. Ese fue el motivo por el que decidieron recoger en unas urnas (en el pasado lo han hecho), la colaboración voluntaria por parte del público con el fin de pagar el desplazamiento de los invitados. Leonardo Marulanda, su director, dijo literalmente sentirse muy orgulloso de dirigir la orquesta más pobre del país. No se hicieron esperar las reacciones en masa en redes sociales reclamando a la Alcaldía, apoyo para la orquesta de todos, pues hasta ese momento había sido imposible hablar con el alcalde. Quizás esa presión abrió la puerta al diálogo con el mandatario. Esta es la historia de nunca acabar. Las penurias para su sostenimiento han hecho parte de sus 34 años de historia.
En el 2009 la OSC estuvo a punto de cerrar, por las promesas incumplidas del sector público. Las redes sociales hicieron lo suyo, pues a partir del movimiento ‘Salvemos la Orquesta Sinfónica de Caldas’, el clamor ciudadano dio frutos, el ruido funcionó, se organizaron distintas actividades con el apoyo del Taller de Ópera de la Universidad de Caldas, que incluyeron conciertos pagos, y fue necesaria la reestructuración de su planta de músicos, reduciéndose a la mitad, eran 100.
El presupuesto mensual de la OSC es de 120 millones de pesos, y en condiciones normales, no ideales, trabajan diez meses al año, a veces menos. Es decir, el promedio anual es de 1.200 millones; los apoyos provienen del Ministerio de Cultura, la Universidad de Caldas, la Gobernación (incluyendo sus empresas) y la Alcaldía, esta última a la fecha, solo ha aportado 70 millones, es decir, algo menos del 6% del presupuesto. Cabe mencionar que en los últimos años ha sido el menor aportante.
Este valor solo cubre la nómina de músicos, director y tres personas administrativas. No hay recursos para instrumentos, mobiliario, y mucho menos invitados, siempre necesarios. Y para que tengan una referencia, los presupuestos de las orquestas de Colombia oscilan entre 3.000 y 30.000 millones anuales. Lo que valida la afirmación de su director. Los músicos son los peor pagos del país en esta categoría, de ahí la fuga de talentos.
Pero aquí hay otra realidad que nos involucra a todos, las orquestas normalmente viven de aportes del gobierno, de la empresa privada y del pago del público por los conciertos. En Manizales eventualmente alguna empresa hace algún aporte, a diferencia de por ejemplo la Filarmónica de Medellín, quien su mayor aportante es la empresa privada. Y ni qué decir del pago por parte del público, acá tristemente llena lo gratuito. ¿Cuándo aprenderemos a valorar la cultura?
La Orquesta Sinfónica de Caldas, es un orgullo para la región, es una de las mejores del país a pesar de su precariedad. A Nelson Monroy su fundador y exdirector, a Leonardo Marulanda su director y a todos los que la hacen posible, gracias por persistir en esta tarea de titanes. ¡Eso es amor al arte y a la región! Ojalá se formalicen políticas públicas que garanticen la continuidad de los procesos artísticos más allá del gobernante de turno.
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