Hoy me permito escribir sobre lo cotidiano, quizás Luis F. Molina, también columnista de este medio, me ha inspirado a hacerlo, me gustan mucho sus escritos frescos.
Esta es mi columna número 52. Hace tres años, cuando dejé La Patria, le pedí a Nicolás Restrepo, mi exjefe, un espacio en las páginas de opinión. Le agradezco su voto de confianza, no dudó en darme un sí enfático, acompañado de: “Tú escribes bien”.
Sin embargo, esperé un año después de mi retiro para dar el paso, estaba concentrada en terminar mi maestría. En julio del 2020 inicié el camino de columnista, lo he asumido con seriedad y compromiso. Cada 15 días hago llegar mi columna, solo 2 veces no lo he hecho, una por COVID y otra por vacaciones.
52 columnas son aproximadamente 29.000 palabras, y más de 200 horas de escritura. Soy una principiante en este rol. Un año de columnas (si fueran semanales), no es nada al lado de columnistas de vieja data como Alejandro Samper, uno de mis favoritos, que ininterrumpidamente por veinte años ha escrito semanalmente la suya. ¡Totalmente admirable!
También recuerdo a mi amigo Orlando Sierra, quien preparaba su columna ‘Punto de encuentro’ durante toda la semana, eran otras épocas la web acababa de nacer, no había tanta información en ella y toda la investigación era en el mundo offline. Ahora es más fácil.
Cuando empecé a escribir, supe por mi hermano mayor, que mi papá, Alberto Ramírez Gómez, también fue columnista de este medio hacia el año 1962. Me debo esa búsqueda en los archivos de LA PATRIA. Dice el refrán que lo que se hereda no se hurta, quizás de él y de mi mamá, quien fue secretaria desde muy joven, y que, por supuesto escribe muy bien, viene mi vena.
Desde niña me ha fluido escribir, en el colegio solo con una idea podía desarrollar ampliamente los temas en los exámenes, la famosa ‘carreta’. Y ni qué decir de las cartas, esas sí que las disfruté. Extraño que ya no lleguen por correo postal. Escribí muchas y muy largas a mis amigas ausentes, y por supuesto las infaltables cartas de amor. Expresar mis sentimientos y emociones, para mí es como tomar agua. Y aquí voy a hacer una confesión pública, les cuento el milagro, pero no el santo. Ya en mi vida laboral a algunas de mis amigas les escribía las cartas para sus esposos, era fácil, solo les preguntaba ¿Qué le quieres decir? y eso fluía, luego ellas le daban su toque personal.
Escribir columnas requiere disciplina e investigación. Lo más difícil para mí es elegir el tema, luego viene la estudiada, eso es lo que más me nutre y lo que más me gusta es poder expresar abiertamente mis opiniones, sin censura.
Típicamente escribo del mundo digital y de tecnología, siento que alfabetizar en este sentido, es aportar a la sociedad. Coherente con ese objetivo, intento ser lo más clara posible para que mi mensaje sea comprendido por cualquier persona. También acojo las propuestas de temas de mis amigos, bienvenidas las ideas. Gracias a LA PATRIA por este espacio que tanto disfruto y a los lectores por la acogida.
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