Es casi lo mismo: el odio enceguece, llena de sombras los caminos, acerca a la brutalidad destructora.
 Eran los días de paros y protestas, de multitudes que empezaban con sus consignas y condenas, rechazos e insultos; los marchantes avanzaban por la avenida Santander al caer la tarde.
 Al pasar por un sitio de bellas casas, algunos invadieron el jardín de una de aquellas residencias; encapuchados estaban y empezaron a regar gasolina por el prado y cercanía de la casa; ya estaban prestos a encender el fuego para danzar de dicha destructora al ver las llamas quemar aquella propiedad; solo la acción de la Policía logró dispersar el grupo y detener lo que hubiera sido nefasta destrucción.
 Vale la pena resaltar que aquella casa que sería destruida, es la residencia de la dama con inmensa vida social y de beneficencia que acaba de ser nominada como la Caldense del año 2022.
Tal vez los hijos de quienes estaban esparciendo la gasolina y querían encender el fuego destructor han recibido alimentación y refrigerios en las escuelas y colegios que instituciones como Nutrir, Betania o Amor por Manizales entregan a los niños y jóvenes para fortalecerlos y hacerles posible el estudio con mejor calidad.
 Así es el odio: ciego, actúa locamente sin importar qué o a quién destruyen; claro que hay que anotar que la mayoría de quienes están prestos a destruir como acto libertario, desconocen la historia del mundo, del país, de la ciudad porque han sido mal informados o les han silenciado tácticamente la verdad.
 Así actúa el odio; iba a herir a quien liderando grupos de actividad social, filantrópica o cristiana está ayudando a calmar hambres, fortificar vidas, alegrar corazones, preparar un mejor futuro propiciando un sólido presente.
 Hay causales para protestas, sí; hay derechos qué defender, también; hay presencia qué aportar para hacer sentir la general opinión, nadie lo niega. Ojalá sí que sea controlable el odio violento y destructor que nos lleva a veces a morder la mano de quien nos da pan.