Por allá en la década del sesenta, Adamo lanzó una canción que la hizo famosa el cantante Rafael: ”mi gran noche”; narra la experiencia de participar por primera vez en el trasnocho con las aventuras que en ella suceden tantas veces.
La noche ha dado lugar para algunos a peligros, desvíos y experiencias a veces fatales
por excesos y voltaje; en todo el mundo las leyes han tratado de regular la vida nocturna para que no sea sinónimo de peligro o experiencias inconvenientes.
Encuentro un ejemplo de ello en nuestro terruño; el 14 de septiembre del año 1936, la alcaldía publicó un decreto “por la moralidad de los menores”; en él se prohibía a los menores
de diecisiete años vagar sin oficio después de las siete de la noche; en caso de repetición los padres deberían pagar una fianza”.
La preocupación sigue ya que la noche se ha convertido en amplia zona de consumo de licor, drogas alucinógenas, prostitución y otras fiestas que a veces terminan en hechos de violencia, sangre y muerte juvenil.
Aún sigue la lucha para llegar al ideal: que la noche no se convierta en horas de
peligro y mala iniciación en experiencias de la vida, sin orientación alguna; que sea una noche sin que se salgan de ella lesionados los menores por múltiples causas.
Los menores han sido en todas partes objeto de cuidado y orientación pues no hay que olvidar lo que anotó algún aterrizado pensador: “todos debiéramos aprender a jugar ajedrez para constatar que una sola jugada mal hecha en la existencia me lleva a la pérdida de la vida, de la partida iniciada, al jaque mate”.
Mucha verdad trae lo anterior. Por ello en países como Italia un Juan Bosco, un Felipe Neri, en Francia un Vicente de Paul Cura de Ars, en Estados Unidos un Flanagan, hayan aportado soluciones de ayuda a los niños y jóvenes de la calle; la ONU se hizo presente con la “declaración de los derechos de los niños”.
Una de las soluciones ciertas es la pertenencia a un buen hogar con una vida familiar abierta, alegre y acompañante; una educación que ilumine el buen uso dé a voluntad. Cuando la brújula señala el norte, no está atando mi libertad sino que me está señalando el horizonte abierto de la vida. No tengamos miedo en acompañar con cariño a la niñez y juventud. Que la noche les regale una bella luz del día.
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