Efrain Castaño


Soy Alejandro Serenelli, italiano, y en al año 1902 tuve un acto que me llevó a cárcel por treinta años, rebajados a 27 por buen manejo. En aquel año tenía diecisiete de edad no bien vividos.
Vivía con mis padres en Ferriere di Conca, parte de la campaña romana, hermoso sector rural. Allí llegó una familia compuesta por la madre llamada Asunta que había quedado viuda hacía algunos años y con seis hijos. Era hogar sano, trabajador, simpático.
Pronto me enamoré de una de las hijas, Marietta, de nombre María desde el bautismo; contaba con doce años de edad, pero era fuerte, hermosa, laboriosa, estudiante, simpática; desde el comienzo de mi acercamiento no tuve aceptación pues confieso que mi búsqueda era lujuriosa y pasional.
Una mañana, la dejaron al cuidado de la casa campesina; venía en mi carreta de trabajo y la vi cosiendo y sentada en la escalerilla de entrada. Paré mi carreta y presuroso la invité a un rato de pasión; ella se negó en nombre de su fe: “No quiero cometer pecado”, me dijo y yo me enfurecí, la tomé del brazo, le tapé la boca, la entré a la fuerza a su casita, pero ante su resistencia como loco tomé un cuchillo y con más de trece puñaladas la dejé tirada en el piso y me di a la huida.
Pronto al grito de vecinos llegaron su madre y hermanos, la trasladaron al hospital cercano, pero en la noche murió. Estando ya en la prisión me contaron que una de sus últimas frases fue “como Jesús me enseñó, yo perdono a mi asesino”.
La fama de su vida santa, de sus ejemplos de trabajo en casa, fraternidad en la escuela, amor a su hogar, alegría en su diario vivir, se extendieron por toda Europa; el afecto hacia ella crecía y sobre todo era de admirar la actitud de perdón hacia mí.
En el año de 1950 el papa Pio XII la canonizó ante una multitud que llenó como pocas veces en aquellos años la plaza de San Pedro; tuve la alegría de estar ese día en primera fila junto a su familia que también me perdonó; confieso que aún las lágrimas brotan de mis ojos ante mi culpa el perdón.
Cada año se celebra la memoria de la pequeña Marietta el 6 de julio: Santa María Goretti, la niña mártir por defender su virginidad, el ejemplo para la niñez y juventud universal.
Hoy confieso yo, Alejandro Serenelli, que aún hay muchas María Goretti.
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