El 6 de abril de 1909 el científico de Estados Unidos Robert Edwin Peary llegó después de varios intentos al Polo Norte del mundo, al Ártico helado silencioso y lleno de enigmas; tiempo antes con su misión científica había estado en Groenlandia pisando hielo en el año 1895.
 Su emoción fue grande, un paso enorme en el descubrimiento de sitios casi desconocidos para el resto de la humanidad; un ejemplo de lucha, búsqueda y superación de obstáculos.
 Inmenso el mundo polar que hoy se toma como parte del equilibrio del planeta y que ha venido sufriendo cambios que comprometen a nuestra generación en la conservación de los polos del mundo.
 Desde hace años estudiosos han venido insistiendo en el valor de los casquetes polares hasta afirmar que la historia de la humanidad está ligada íntimamente a la historia del hielo.
 El historiador Griffinths señala que el hielo es el lugar donde se guarda la memoria de la humanidad y del planeta, que es como un archivo global que abarca cientos de miles de años; si se hiciera un corte transversal de la capa de hielo, este revelaría un mapa de la memoria climática del planeta; cada nueva nevada crea una capa de fósiles que son como una biblioteca helada.
 Anota otro en forma paradójica que, así como la Biblioteca de Alejandría fue tal vez consumida por el fuego de la guerra borrando gran parte de historia antigua, así ahora se estár borrando parte de la historia del planeta al derretirse la milenaria capa de hielo polar.
 Cierto es que las capas del casquete polar del norte y sur contienen vestigios de la historia del planeta: descubrimiento maravilloso que la investigación humana ha encontrado.
 A las puertas de la Semana Mayor se me ocurre pensar que esta gran semana nos brinda el contenido central de la historia religiosa de la humanidad que se centra en Cristo cuya presencia se nos señala de nuevo para contemplar la profundidad de la existencia, pues en El está contenida la vía segura para entender la vida, el pasado, el presente y el futuro.
 Ojalá celebremos la Semana Mayor como tal: es enfrentarnos no a una historia helada y pasada sino llena del fuego del Amor; vale descubrir su inmensidad.