Efraim Osorio


El adjetivo ‘sendos-as’, que carece de singular, parece de difícil aplicación. Pero no, no lo es, si se pone un poco de esfuerzo –análisis– para emplearlo debidamente. El corresponsal de la ‘Voz del lector’ de LA PATRIA Alirio De los Ríos Flórez lo usó –mal, ciertamente– en uno de los versos de un ‘soneto’ que intercaló en su última misiva: “Y pensar que a muy temprana edad / fui su profesor por sendos 4 años…” (8/6/2021). ‘Mal’, porque ‘sendos-as’ se aplica únicamente a “uno o una para cada cual de dos o más personas o cosas”, por ejemplo, ‘iban por el sendero cuatro excursionistas con sendos morrales’, es decir, que cada uno llevaba el suyo. Y es un barbarismo emplearlo por ‘muchos’. Viene del adjetivo distributivo latino ‘singuli-æ-a’ (‘cada uno, de uno en uno, uno después de otro, cada uno en particular’), verbigracia, “in singula diei tempora” (‘hora por hora’). Antiguamente se usaba por ‘grande, fuerte’, por ejemplo, ‘le dio sendos azotes’ (‘fuertes azotes’). Hoy sólo se emplea de la manera explicada.
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‘Dientes incisivos’, los que se hallan en la parte más saliente de la mandíbula, porque son los que ‘cortan’. Ello es que el adjetivo ‘incisivo-a’ viene del verbo latino ‘incidere’ (‘cortar, podar, amputar, hacer una incisión’) a través de su participio pasivo ‘incisus-a-um’, y significa “apto para abrir o cortar, punzante, mordaz”. Además de estos dos, otros sinónimos son ‘cortante, picante, satírico, guasón, agresivo, tajante, penetrante’, etc. En su escrito sobre el ‘modelo colonizador’, el presbítero Efraín Castaño se lo acomodó a ‘torturas’ en esta frase: “…llegó a matanzas colectivas, torturas incisivas…” (LA PATRIA, 9/6/201). ¿Podrá decirse ‘torturas incisivas? Quizás estirando mucho el caucho, acción inconveniente, porque se puede reventar. La tortura, de ‘tortum’, supino del verbo latino ‘torquere’ (‘torcer, retorcer, doblar’) a través de su sustantivo ‘tortura-æ’ (‘torcedura, tormento, sufrimiento’) es un “grave dolor físico o psicológico infligido a alguien, con métodos y utensilios diversos, con el fin de obtener de él una confesión, o como medio de castigo”. El llamado ‘ser humano’ ideó torturas físicas de una crueldad extrema, como la crucifixión y el empalamiento, causantes de dolores espantosos e insufribles, por lo que cualquier adjetivo queda corto para calificar su naturaleza y sus efectos. La ‘tortura psicológica’ puede ser provocada por un agente externo (‘extorsión’, por ejemplo) o por un estado de ánimo insoportable.
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En apuntaciones anteriores me referí al mal empleo del verbo ‘gestionar’. Su lectura movió al periodista Rafael Antonio Zuluaga a escribirme: “A propósito de su reciente columna sobre la palabra gestión, desde hace años he tenido la duda e inquietud sobre ese término, en especial, al ser usado como nombre de una entidad de los gobiernos nacional y locales, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo (UNGRD). Anteriormente, estas entidades se denominaban Unidades u Oficinas para la Prevención y Atención de Desastres (Odepade) o algo parecido. Creo que es mejor esta denominación. Está de acuerdo con la realidad. Una oficina no gestiona desastres, previene o atiende emergencias o desastres o gestiona recursos para esa misión. ¿Cierto?” (11/6/2021). ¡Claro! Porque, además, el ‘riesgo’, como posibilidad de que algo desastroso ocurra, está presente, y la ‘gestión’ es una acción que se realiza para la obtención de algo futuro, no de algo que ya se tiene.
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En la sección ‘80’ de LA PATRIA se lee: “Bajo el lema: “El hombre no es viejo a los noventa”, el mundo masculino (…) destierra para siempre la figura de “matusa”, diminutivo de “Matusalem” (1176/2021). Obviamente, este texto fue escrito hace ochenta años. Ignoro si el periodista encargado de esa sección le hace algunos ajustes o retoques a lo que transcribe. No importa, porque el error está ahí. “Matusa” no es el diminutivo de “Matusalén” (así se escribe). El correcto sería “Matusalencito”. “Matusa” es su apócope, como ‘profe’ lo es de ‘profesor’, abusado por los futbolistas y los mismos profesores. Femenino, ‘profa’. Si no me cree, ojee El Diccionario, que admite también ‘la profe’. ¡Bendito!
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