Efraim Osorio

El verbo ‘denigrar’ no es sinónimo de ‘degradar’. En un artículo, en el que el editor internacional de El Tiempo, Eduardo Soto, habla del caso de Remedios Cruz, miembro de la Marina de EE.UU., irreflexivamente escribió: “El caso de Ramos, que ya fue denigrada de su grado de sargento al de cabo…” (16/9/2018). En efecto, como todo el mundo lo sabe, menos, aparentemente, ese editor, ‘denigrar’ (del latín ‘denigrare’ - ‘poner algo negro, ennegrecer; infamar’) es “deslustrar, ofender la opinión o fama de alguien”. Sus sinónimos son ‘difamar, descalificar, deslustrar, desprestigiar, deshonrar, estigmatizar’, etc. ‘Degradar’ (del latín ‘degradare’ - ‘privar a alguno de su rango’), en cambio, es “privar a alguien de las dignidades, honores, empleos y privilegios que tiene”, castigo que recibió la militar Remedios, al ser ‘degradada de sargento a cabo’.
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Y el verbo ‘desdeñar’ (del latín ‘dedignare’ - ‘dedignar, despreciar, menospreciar’) es transitivo, es decir, tiene complemento directo, que no admite para su construcción la preposición ‘de’. Significa “tratar con desdén a alguien o algo”. Sobra, por lo tanto, la susodicha preposición en esta frase de un editorial de LA PATRIA: “…y hay funcionarios que desdeñan de la utilidad aún del propio Secop I…” (23/9/2018). Castizamente, así: “…que desdeñan la utilidad aun del…”. En esta transcripción le suprimí la tilde al adverbio ‘aun’, porque en la frase glosada significa ‘hasta’, no ‘todavía’, caso en el cual sí la lleva. Esa tilde, imagino, es la tortura de quienes emplean este adverbio.
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Me dejó mudo la siguiente afirmación del columnista de El Tiempo Fernando Sánchez Torres: “A ese refugio le dieron el nombre de ‘ethos’ los filósofos griegos de la antigüedad. Al pasar al latín, esa palabra se trocó en ‘mormores’, que significa conducta, costumbres” (21/9/2018). Dos gazapos, a cual más morrocotudo, señor Sánchez. El primero: la palabra ‘ethos’ del griego no pasó al latín como usted, extrañamente, lo asegura, sino con la misma grafía con que en caracteres latinos se representa el sonido de la del griego, a saber, ‘ethos’ (‘costumbre, carácter; moral’). Y de éste, el mismo idioma formó otros, como el adverbio ‘ethicós’ (‘moralmente’), el adjetivo ‘ethicus-a-um’ (‘relativo a, propio de la moral, moral’) y el sustantivo ‘ethica’ (‘ética, moral, parte de la filosofía’). El segundo, de colección: ¡‘mormores’!, término que no tiene el latín. Hay en este idioma un vocablo parecido, ‘mormorion’ (‘especie de cristal de roca’), que nada tiene que ver con las ‘costumbres’. Sospecho que el columnista recordó nebulosamente que, en latín, la enunciación del término que expresa la idea de ‘costumbre, uso, manera de vivir’ se enuncia de la siguiente manera: ‘mos - moris’ (nominativo y genitivo respectivamente), para saber a qué declinación pertenece, qué género le corresponde y cuál es su raíz.
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En mi última visita al pabellón de la subjuntivitis, encontré al escritor José Jaramillo Mejía, quien dio positivo en esta muestra: “Del trapo rojo que fuera emblema glorioso del Partido Liberal, no quedan sino los dulce-abrigos de los que cuidan carros” (LA PATRIA, 24/9/2018). Su recuperación, valga la verdad, fue muy rápida, por lo que el especialista no le garrapateó ninguna fórmula. Me interesa más, de la misma muestra, el vocablo ‘dulce-abrigo’, muy de nuestra cultura, pues lo hemos oído toda la vida. A pesar de esto, no lo encontré en ningún diccionario, ni siquiera en los de colombianismos. Acudí, entonces, a Google, en donde encontré una información completa, con definiciones como ésta: “La tela bayetilla o dulce abrigo es un textil 100% algodón con capacidad calorífica y de absorción que es usado para la limpieza y la confección de camisetas”. Y lo vi allí escrito de muchas maneras, inclusive con mayúsculas iniciales, Dulce Abrigo, una barbaridad. Este vocablo, si algún día llegase a los diccionarios como colombianismo, debería escribirse en una sola palabra, ‘dulceabrigo’ (cuyo origen ignoro), porque no es un ‘abrigo dulce’, ni se compone de ‘tela’ y ‘dulce’: es, simplemente, el nombre que aquí le damos a ese trapo.
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