Traductor de la epopeya de Gilgamesh y el Código de Hammurabi al francés y uno de los grandes asiriólogos del mundo, Jean Bottéro (1914-2007) es además un excelente escritor que cuenta con maestría la aventura de tres milenios de la civilización mesopotámica con una prosa de gran exactitud semántica, y además humana, sabrosa y pedagógica.
Por haberse negado a dar certificado histórico al libro sagrado Génesis, tuvo que renunciar a su sacerdocio y a la orden de los dominicos en 1950, pero no sin antes ser reconocido como autoridad por la Escuela bíblica de Jerusalén. Como laico, Bottéro trabajó décadas en el Centro Nacional de Investigación científica (CNRS) y en la Escuela Práctica de Altos Estudios de Francia, participó en múltiples excavaciones e investigaciones arqueológicas y se convirtio en uno de los más respetados especialistas en aquel mundo fascinante de cuyo imaginario la cultura occidental proviene en gran parte.
Su pasión por esos humanos que vivieron en la fértil región del Éufrates y el Tigris, en lo que hoy es el martirizado Irak, a veces dominada por Babilonia y otras por Nínive hasta su final en manos de Ciro en 539 antes de nuestra era, lo condujo a aprender las múltiples lenguas muertas en que hablaban y después a trabajar en el amplio acervo de medio millón de tabletas de arcilla con escritura cuneiforme, que eran los libros o los pergaminos de la época donde se cuenta la vida cotiana, ideología, mitos y leyendas, leyes, vida sexual y marital, las artes culinarias y agrícolas, la fabricación de la cerveza, bebida nacional, y las costumbres en general de esas poblaciones paganas politeístas.
En su libro Mesopotamia, la escritura, la razón y los dioses, que es apenas una de sus celebradas obras sobre el tema, Bottéro explica de manera minuciosa el origen de esa cultura en todos sus aspectos, especialmente en el que atañe a los dioses, que eran como un reflejo especular de las dinastías terrestres, con sus intrigas, tragedias, enfermedades y conflictos. Y a través de esas entidades míticas y reales se interna en las leyes tácitas que rigen todo tipo de actividades y en la cosmogonía y el relato de los orígenes del mundo y del ser humano como tal, o antropogonía.
Bottéro nos revela el significado de esos milenarios textos poéticos que relatan los hechos de los dioses relacionados de manera intrincada con el viaje permanente de los astros, entre ellos los más visibles como el Sol, la Luna y Venus, cometas y constelaciones, así como los elementos, el agua, el fuego, el barro, el viento. De múltiples textos poéticos y narrativos destaca la coherencia de aquellos escribas en su tarea de imaginar cosmogonías y antropogonías precisas y funcionales para regir el comportamiento de los individuos en la sociedad, así como su relación con los dioses, comandados por una curiosa trilogía compuesta por el ancestral padre fundador, el hijo gobernante y un sabio espíritu especial de una gran capacidad intelectual, estratégica y técnica, que asesora y guía en todos los asuntos al soberano tanto en los cielos como en la tierra.
En ese viaje y desciframiento de las tabletas realizado por Bottéro y muchos otros asiriólogos del siglo XX, descubrimos por ejemplo que el relato bíblico del Arca de Noé se remonta milenios a atrás como fruto del ingenio imaginario babilónico. Una rebelión de los dioses menores obligados a trabajar para mantener a los superiores conduce a la creación de los humanos por consejo del espíritu sabio, para que se encarguen ellos de las tareas y los oficios, pero su rápida proliferación y el ruido y caos que generan molestan a la deidad principal, que decide disminuirlos primero con enfermedades, pestes o catástrofes, métodos infructuosos que la llevan a planificar su exterminio definitivo por medio del diluvio total.
Pero gracias a la astucia de algunos de los dioses del panteón que no estaban de acuerdo con la medida, se logra comunicar esos designios secretos a una familia que finalmente viaja en el Arca cargada de fauna y flora, salvando así a la humanidad de su desaparición. Descubrimos así el ingenio del realismo mágico de los escritores de aquella civilización, escribas y letrados que concibieron esas historias y las dejaron para siempre impresas en las tabletas cuneiformes.
Autor entre otros libros de La religión babilónica, La epopeya y la creación y Babilonia y la Biblia, Jean Bottéro es uno de esos sabios increíbles que dedicaron su vida a abrir ventanas allí donde hasta hace siglo y medio había un inmenso silencio rodeado de ruinas monumentales. Y esa ventana se abre a través de Mesopotamia a las decenas de miles de años de la vida humana anterior, de la que tenemos rastros como el arte parietal, aunque no mensajes directos escritos como sí se dio en Mesopotamia y Egipto.
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